Siempre
es necesario basar nuestras tesis y propuestas en la historia,
siempre es bueno tener los pies en la realidad de la historia, y
aunque la historia la escriben los vencedores también las clases y
los pueblos oprimidos podemos reconstruir la historia falsificada por
el imperialismo...
NOTA:
Ponencia para la charla-debate a celebrar el viernes 4 en Sant
Celoni, Catalunya, organizada por el movimiento juvenil ARRAN
1.- EL CAPITAL CONTRA LOS PUEBLOS
1.- EL CAPITAL CONTRA LOS PUEBLOS
Siempre
es necesario basar nuestras tesis y propuestas en la historia,
siempre es bueno tener los pies en la realidad de la historia, y
aunque la historia la escriben los vencedores también las clases y
los pueblos oprimidos podemos reconstruir la historia falsificada por
el imperialismo. Ahora mismo se está librando una áspera batalla
intelectual, política y cultural, entre varias historias opuestas:
la catalana, la vasca, la gallega, la andaluza…contra la
oficialmente española, y también una batalla interna entre las
diferentes versiones clasistas y populares en las historias vasca,
andaluza, gallega, catalana…, sin olvidarnos de la pugna entre
escoceses e ingleses, entre Ucrania y Crimea, entre Rusia y el
euroimperialismo con respecto a estos y otros pueblos.
El debate sobre si los pueblos pequeños o relativamente pequeños podemos construir un Estado independiente que actúe como tal y que no sea un simple «protectorado», está agudizándose por momentos debido a la aceleración de la tendencia centralizadora y centrípeta del poder del capital financiero europeo. Recordemos que desde el comienzo del imperialismo, el capital financiero es la fusión del capital industrial con el bancario lo que le otorga un poder sobrecogedor, espantoso, a esta fracción de clase burguesa. A la vez, y por ello mismo, las tendencias a la concentración y centralización de capitales presionan con mucha más fuerza al capital financiero que a las otras formas de capital, lo que hace que este necesite y desee fervientemente dirigir el proceso mundializador imperialista, lo que le lleva a multiplicar el saqueo material e intelectual de los pueblos. Las reivindicaciones nacionales se multiplican precisamente en respuesta a la ciega necesidad expansionista del capital financiero. Una forma de resistencia es la estrategia de avanzar en alianzas diversas a nivel continental e intercontinental, con diferentes grados de unidad antiimperialista o de simple defensa coordinada de los derechos sociales y nacionales de los pueblos, pero no es este el momento para desarrollar esta cuestión.
El debate sobre si los pueblos pequeños o relativamente pequeños podemos construir un Estado independiente que actúe como tal y que no sea un simple «protectorado», está agudizándose por momentos debido a la aceleración de la tendencia centralizadora y centrípeta del poder del capital financiero europeo. Recordemos que desde el comienzo del imperialismo, el capital financiero es la fusión del capital industrial con el bancario lo que le otorga un poder sobrecogedor, espantoso, a esta fracción de clase burguesa. A la vez, y por ello mismo, las tendencias a la concentración y centralización de capitales presionan con mucha más fuerza al capital financiero que a las otras formas de capital, lo que hace que este necesite y desee fervientemente dirigir el proceso mundializador imperialista, lo que le lleva a multiplicar el saqueo material e intelectual de los pueblos. Las reivindicaciones nacionales se multiplican precisamente en respuesta a la ciega necesidad expansionista del capital financiero. Una forma de resistencia es la estrategia de avanzar en alianzas diversas a nivel continental e intercontinental, con diferentes grados de unidad antiimperialista o de simple defensa coordinada de los derechos sociales y nacionales de los pueblos, pero no es este el momento para desarrollar esta cuestión.
Para
Euskal Herria y los Països Catalans, y para todas las naciones
oprimidas, sería muy bueno que en Europa existiera una alternativa
antiimperialista parecida a la que se está forjando en América
Latina, con todas sus contradicciones y limitaciones. Pero no existe
nada de eso, al contrario, la UE avanza como una apisonadora que va
cogiendo velocidad y peso con el TTIP que se está negociando en
secreto con EEUU. Semejante apisonadora de soberanías estatales
aplastó la «independencia económica» española mediante la
«reforma exprés» de su constitución para adaptarla a las
exigencias de la Troika en algo tan decisivo como el déficit,
pensada y realizada «en mes y medio y sin referéndum», según el
diario El País del 23 de agosto de 2012. La trituradora europea
pulverizó en abril de 2014 la soberanía francesa sin necesidad de
reformar ninguna ley de leyes para imponer un recorte de 50.000
millones-€ en los gastos públicos a realizar en tres años,
obedeciendo el mandato de Bruselas sobre el déficit. Lo
significativo del caso francés es que, como veremos, la cesión de
soberanía se ha realizado tras años de crecientes tensiones con
Alemania y con la Troika que han reducido prácticamente a nada el
hasta no hace mucho tiempo poderoso eje Berlín-París.
Para
el tema que ahora debatimos –¿puede existir una independencia no
socialista?– la cesión, de las burguesías española y francesa,
de una parte esencial de su «independencia nacional» plantea dos
interrogantes: una, ¿acaso la experiencia franco-española no
demuestra la imposibilidad absoluta de todo independentismo
trasnochado y romántico?; o lo opuesto, ¿acaso no demuestra que
sólo un Estado obrero y popular estratégica y tácticamente
orientado al socialismo puede garantizar la verdadera independencia
de la nación trabajadora, por utilizar un término de Marx? Avanzar
al socialismo quiere decir acabar con la propiedad privada, burguesa,
de las fuerzas productivas, con la dictadura del capital financiero y
del papel de la deuda en el capitalismo contemporáneo, con el
sistema salarial, trascender históricamente la ley del valor, o sea,
la revolución socialista.
No
estamos diciendo nada nuevo. Marx y Engels nos dejaron un modelo
teórico, económico, político, social, etc., básico en sus
análisis sobre Irlanda y Polonia que ha sido confirmado por la
historia. Para que ambas naciones pudieran conquistar y sostener su
independencia, Marx y Engels veían imprescindible que realizasen la
revolución agraria y la revolución social. Se objetará que el
capitalismo ha cambiado cualitativamente desde la segunda mitad del
siglo XIX y que ahora no tiene sentido «ser tan radicales» como
ellos porque la «sociedad civil moderna» ha desarrollado formas
«democráticas» de «participación ciudadana» que garantizan la
conquista pacífica de los derechos sociales. No sólo los hechos
presentes sino la entera evolución histórica de la UE niegan estas
tesis porque esa dinámica se rige por cuatro principios que son a la
vez objetivos, estrategias y tácticas del capital: austeridad,
flexibilidad, privatización y represión.
La
sinergia de estos cuatro puntos se expresa en el artículo que el
pasado 26 de mayo de 2014 ofrecía el diario Cinco Días y que
resumía así los siete retos de la UE: 1) austeridad o crecimiento;
2) desempleo; 3) eurobonos para pagar la deuda con una clara «cesión
de soberanía» de los países endeudados; 4) ingresos y fraude
fiscal; 5) Sector financiero y BCE; 6) energía; y 7)
infraestructuras. Aunque el artículo no entraba directamente a la
cuestión del poder omnívoro de la Troika, sí lanzaba un mensaje
claro coincidente en la práctica con el cuádruple objetivo,
estrategia y táctica expuesto en el párrafo anterior. Además, la
ola privatizadora de los servicios públicos en beneficio de las
empresas internacionales tal cual se sanciona legalmente y se impone
a los Estados mediante el Tratado de Libre Comercio, o TTIP, que se
está negociando en secreto y a espaldas de los pueblos, es
plenamente coherente con lo arriba expuesto. El TTIP creará el mayor
mercado de libre comercio del planeta. La OTAN es imprescindible para
defender esta extensa área lo que conduce a la disciplinarización
político-militar de la UE mediante su nueva doctrina diseñada bajo
la dirección de EEUU, con las tensiones que ello puede acarrear con
la estrategia político-militar del eje Berlín-París, y de aquí el
por qué de la reunión del Consejo Europeo de Defensa en febrero de
2014 para estrechar la unidad política y la disciplina europea
alrededor de EEUU y la OTAN. Militarización unida a la tendencia a
la derechización electoral confirmada en las últimas elecciones
europeas.
Teniendo
en cuenta el funcionamiento de esta apisonadora, en febrero de 2014
C. Lapavitsas sostuvo que: «Los gobiernos que quieran hacer
políticas progresistas no podrán permanecer en el euro». Si las
políticas progresistas sólo pueden realizarse fuera de la zona
euro, ¿qué no sucederá con la independencia socialista? Vamos a
hacer un ligero repaso hacia atrás de cómo y por qué ha ido
cogiendo velocidad la triturador de la Troika, y luego
desarrollaremos las soluciones revolucionarias propuestas por Marx y
Engels.
2.-
LA LECCION DE LA HISTORIA
La
patronal alemana recomendó en verano de 2013 al gobierno griego que
vendiera su país a trozos para poder pagar la deuda, esta
«recomendación» encuentra su lógica en el hecho de que pocos
meses antes, en mayo, se confirmaba que la economía de la zona euro
sufría la más larga recesión de su historia, por lo que Alemania
«recomendaba» al pueblo griego que se vendiera a sí mismo trozo a
trozo para satisfacer la deuda que había contraído su clase
dominanre. Poco antes, Alemania tensaba sus relaciones con el Estado
francés porque este no quería aplicar todos los planes de
austeridad, flexibilidad, privatización y represión exigidos por la
Troika y el capital financiero, y es que la situación socioeconómica
francesa empeoraba paulatinamente al ser incapaz de remontar la
distancia que le iba separando de Alemania. Con el tiempo, como hemos
visto, el Estado francés terminaría claudicando a las exigencias
del capital financiero transnacional.
Fue
en este contexto de tensiones múltiples cuando terminó de
desplomarse el «mito islandés» en abril de 2013, ganando las
elecciones la derecha neoliberal que años antes había arruinado al
país con una gigantesca deuda que le llevó al colapso en 2008,
perdiendo el poder del gobierno pero manteniendo el poder económico,
el poder político real y el poder de alienación y chantaje al
pueblo. Para el reformismo europeo, las medidas islandesas de dejar
hundirse la banca responsable de la deuda, de proceder judicialmente
contra los responsables del desastre financiero, etc., fueron una
demostración de la validez de la creencia que sostiene que un pueblo
puede mantener su independencia dentro de la UE yendo incluso contra
las exigencias de la Troika. Las fuerzas revolucionarias aplaudimos
la coherencia del pueblo islandés, pero advertimos de los límites
intrínsecos de su política reformista. Inicialmente los resultados
fueron espectaculares: mientras que Grecia se debatía en la crisis y
en las luchas sociales, la economía islandesa crecía un 2,3% entre
2010 y 2011, sin embargo ese crecimiento no acabó ni con las causas
de la crisis ni con los efectos empobrecedores que todavía en verano
de 2012 y todo lo que resta de 2013 seguirían golpeando al pueblo.
La debilidad política del reformismo socialdemócrata y la
Izquierda-Verdes impidió que aumentase la conciencia obrera y
popular, facilitó que se recompusieran las fuerzas burguesas que
habían hundido al país en la pobreza y que volviera al gobierno en
2013.
Mientras
se esfumaba el «mito islandés» y la derecha neoliberal de la Isla
volvía al poder, Merkel, la presidenta alemana, justificaba con
desparpajo que los Estados europeos debían «ceder cotas de
soberanía» de manera definitiva para impedir el rebrote de las
crisis. Ceder soberanía a la UE era lo mismo que ampliar en poder de
euroalemania. Es muy significativo que esta exigencia de Merkel se
realizara el mismo mes abril de 2013 en el que las reservas de gas
del país estaban en mínimos por el alto consumo de ese invierno,
reavivando viejos y aterradores fantasmas sobre las tensiones entre
Alemania y Rusia, y sus atroces conflictos históricos. El derrumbe
económico de Chipre que se produjo en esas mismas fechas azuzó los
ataques de la prensa euroalemana a la responsabilidad de la
inversiones rusas en Chipre, tensionando aún más las ya gélidas
relaciones entre Moscú y Berlín. El pueblo chipriota tuvo que ceder
a las implacables exigencias euroalemanas y al creciente poder de la
Troika para controlar las economías estatales, poder concedido por
la Eurocámara en febrero de 2013. Justo cuando la Eurocámara
reforzaba el poder de la Troika para tutelar a los pueblos, el diario
El País escribía el 7 de febrero de 2013 que «la Europa rica se
conjura para recortar aún más el presupuesto comunitario».
La
Europa enriquecida venía gestándose desde hacía tiempo, recibiendo
un impulso oficial con las declaraciones que Draghi, banquero
italiano al mando del BCE, hizo al periódico alemán Der Spiegel en
noviembre de 2012, en las que aseguraba que: «”Muchos gobiernos
todavía deben darse cuenta de que perdieron su soberanía nacional
hace mucho tiempo. Debido a que en el pasado han permitido que su
deuda se acumule, ahora dependen de la buena voluntad de los mercados
financieros», por lo que debían asumir que sólo cediendo poder a
Bruselas podrían defenderse del poder financiero mundial. Pero aún
más, la Europa rica estaba cediendo poder decisorio a Alemania en
detrimento del Estado francés, y desde luego arrinconando a Italia y
al Estado español como se demostró en el pacto entre Bruselas y
Berlín en ese mismo mes de noviembre: el núcleo del poder
financiero de la UE y de su burocracia optaba por Alemania en
detrimento de la «soberanía nacional» francesa que encajaba nuevos
golpes en un proceso de cesiones que llegarían a la claudicación
arriba vista.
Ante
una crisis que se exacerba e intensifica, en septiembre de 2012 se
hablaba ya de la urgencia de «supergobierno de la UE» que impusiera
disciplina y que acelerase la Unión Bancaria Europea, centralización
decisiva que anularía definitivamente la «independencia» de los
Estados miembros, aplaudida por el periódico económico Cinco Días
del 14 de septiembre de 2012. Durante ese verano la crisis se
profundiza y en julio EEUU salió en defensa del proceso europeo
reconociendo que, para su economía y para su poder mundial, era
necesaria una UE fuerte. El que en esos momentos 90.000 hogares
griegos estuvieran sin luz, y que el empobrecimiento alcanzara cotas
desconocidas, no importaba al capital financiero, por el contrario,
el diario Cinco Días insistió en ese junio que «Contra la crisis,
más Europa», es decir, más sacrificios para las clases y pueblos
explotados mientras que la «élite» decidía avanzar en la unidad
bancaria, fiscal y política. En realidad, la disciplina arriba
expuesta no respondía sólo a las necesidades del capital financiero
europeo, sino del imperialismo en su conjunto que, en boca de la
OCDE, reafirmó en marzo de 2012 la necesidad de profundas reformas
estructurales en la eurozona, reformas que en esos momentos se
imponían a la fuerza en Holanda y Bélgica, países no excesivamente
endeudados ni en crisis agónica. El capital financiero mundial sabía
que en febrero de 2012 la deuda publica de la UE era de 10,3 billones
de euros, el 82,2% del PIB, algo inaceptable para los grandes poderes
en la sombra cada día más necesitados de recuperar sus préstamos.
A
finales de junio de 2011, el pueblo trabajador de Grecia sostenía
una tenaz resistencia en las calles repletas de fuerzas represivas
contra la imposición por el euroimperialismo de lo que muy
correctamente ya se definió entonces como una «dictadura
económica». Casi dos meses antes, a inicios de mayo de 2011,
terminaba de triunfar el «golpe de Estado silencioso de Europa» por
el cual Bruselas recibía el derecho de veto en decisiones sobre
salarios, gastos públicos e impuestos, justo cuando su poderosa
burocracia y el FMI imponían un «drástico recorte social» para
«rescatar» a la burguesía portuguesa. El «pacto de
competitividad» o Pacto por el Euro que daba forma legal al poder de
Bruselas para controlar los presupuestos de los Estados formalmente
independientes, fue firmado en marzo de 2011. Este «pacto» obliga a
los Estados formalmente independientes a entregar sus Presupuestos
Nacionales a Bruselas antes de que sean debatidos en los Parlamentos
correspondientes: durante un tiempo serán estudiados por Bruselas
marcando sus límites, suprimiendo partidas y añadiendo exigencias
que deberán luego se aceptadas por los parlamentos estatales
oficialmente independientes. Lo esencial del Pacto por el Euro fue
negociado entre Alemania y el Estado francés casi dos meses antes,
conociéndose sus resultados a comienzos de febrero de 2011. El eje
Berlín-París aseguraba que con su plan se mejorarían las
condiciones de los «rescates» de los Estados en crisis, como había
sucedido muy poco antes con Irlanda.
La
UE que ya había sido diseñada para entonces en lo esencial de su
proyecto estratégico interno, tenía, entre otras, la característica
de haberse arrodillado «frente al gran capital financiero», como
dijo A. Boron en diciembre de 2010, poco tiempo después de que la
«prensa salmón», es decir, los medios de propaganda del capital
financiero, sostuviera a finales de noviembre de 2010 una campaña
sobre que «el euro precisa una gobernanza europea» en medio de las
convulsiones de la crisis general y de las crisis específicas de
Irlanda, Portugal, Islandia, Grecia, Estado español e Italia, por no
extendernos en la situación de Gran Bretaña, en la debilidad del
Estado francés, y de los países del Este. A la vez el diario El
País sostenía el 29-11-2010 que sólo Alemania podía resolver la
crisis y salvar la UE. Ahora bien, la anhelada euroalemania no estaba
creciendo al margen de EEUU sino dependiendo directamente de esta
potencia y de su brazo armado, la OTAN, como se comprobó en su nueva
doctrina estratégica conocida ese mismo mes de noviembre de 2010, en
la que ella misma corregía los errores anteriores añadiendo el
componente político al componente militar, estrechando la disciplina
política entre los Estados miembros. Significativamente, esta nueva
doctrina fue negociada mientras EEUU hacía una intensa campaña
política para que la UE aumentara sus gastos militares y su
implicación en la OTAN.
La
deuda española a los bancos europeos en junio de 2010 era de 602.000
millones-€, y la suma de la deuda italiana, griega y portuguesa
llegaba a 705.000 millones-€, el total ascendía a la escalofriante
cifra de 1.307.000.000.000-€ que el capital financiero había
prestado sólo a cuatro burguesías en serios apuros para devolverla.
Las «élites» de la UE conocían la situación y por eso ya a
mediados de marzo de 2010 se habían adelantado avanzando hacia un
«gobierno económico» que garantizase al capital financiero el
cobro de esa impresionante masa de capitales adeudados. Desde la
lógica capitalista es comprensible la urgencia por cobrar la mayor
parte de esa deuda ya que en 2009 la economía alemana se había
contraído en un 5%, año además en el que se supo en su mes de
julio que la economía de la UE había registrado su mayor caída
desde 1995.
3.-
LA ACTUALIDAD DEL SOCIALISMO
Hemos
«avanzado marcha atrás» en nuestra argumentación porque así,
empezando en verano de 2014 y terminando en 1995, podemos hacernos
una idea más adecuada sobre el por qué y el cómo bajo las
presiones de una crisis demoledora fueron actuando los Estados más
poderosos condicionando a los demás. Nunca debemos olvidar que el
Estado es la forma política del capital, lo que explica su interna
relación con la clase burguesa, de manera que las decisiones
exclusivamente económicas que la burguesía toma son a la vez, por
obra del contenido político de la forma-Estado, decisiones
políticas. En la medida en que las contradicciones y límites del
capital dificultan progresivamente su acumulación ampliada, en esa
medida suceden dos cosas básicas para comprender por qué es válido
el método propuesto por Marx y Engels para la independencia de
Irlanda y Polonia en la segunda mitad del siglo XIX: una, porque esas
dificultades para la acumulación refuerzan la dinámica de
acumulación por desposesión y del papel de la deuda en la expansión
del capital financiero; y otra, porque bajo estas dinámicas
mundializadas, las burguesías en general y sobre todo las medianas y
débiles están más dispuestas que nunca a ceder parte sustancial de
su propia independencia burguesa con tal de mantener restos de su
poder de clase y de frenar a la vez el avance de la nación
trabajadora explotada con su estrategia de independentismo
socialista.
En
la carta de Engels a Marx del 23 de mayo de 1851 sobre Polonia, el
primero dice que: «… excepto la inevitable de su restauración con
fronteras adecuadas; y aun esto sólo a condición de una revolución
agraria». La revolución agraria en las condiciones de 1851 sólo
podía entenderse como una derrota en toda regla de los
terratenientes y de la Iglesia y la aparición de un poder campesino
y popular dueño de las tierras recuperadas y, por eso, de la nación
polaca independiente: sin revolución agraria no hay independencia
posible. Hoy no tiene sentido hablar de revolución agraria en el
sentido de entonces, pero sí lo tiene y mucho además de de la
socialización interna de las fuerzas productivas y de la propiedad
terrateniente, que todavía existe, también declarar el no pago de
la deuda pública y privada que supedita a la actual Polonia
«independiente», y a todo pueblo, al capitalismo financiero y a la
UE. Hoy es imprescindible la recuperación de los poderes
socioeconómicos expropiados por la UE, la existencia de un Banco
Nacional Público controlado por el Estado y libre de las ataduras
del capital financiero mundial, una radical lucha contra la economía
sumergida y criminal, una diversificación internacional de las
relaciones económicas rompiendo con las reglas del mercado y del
imperialismo, etc.
En
una carta a Engels de noviembre de 1867, Marx expone tres medidas
imprescindibles para garantizar la independencia de Irlanda: 1)
Gobierno propio e independiente respecto de Inglaterra; 2) Una
revolución agraria; y 3) Tarifas aduaneras y proteccionistas contra
Inglaterra. Si aplicásemos hoy estos criterios a cualquier nación
oprimida en su lucha por un Estado independiente en el contexto de la
UE y de la mundialización capitalista, tendríamos que decir que,
primero, además de un gobierno independiente ha de existir un Estado
obrero, el único que, segundo, puede dirigir la revolución agraria
y derrotar al ejército de la burguesía autóctona y de sus aliados
internacionales, además de que, y tercero, sin ese poder obrero y
popular sería imposible dirigir la política socioeconómica
independiente que debe aguantar las enormes presiones, amenazas y
chantajes del capitalismo. Un Estado obrero independiente respecto de
los poderes visibles e invisibles del capital, defendido por el
pueblo en armas y cohesionado internamente por la democracia
socialista. Una «revolución agraria», o sea, la socialización de
las fuerzas productivas, la expropiación de las propiedades
burguesas, y el impago de la deuda contraída por esta clase. Y
proteccionismo socialista de la economía, control estatal del
comercio exterior, solidaridad internacionalista con otros pueblos,
etcétera.
En
la carta a Kugelman del 6 de abril de 1868 en la que trata la
opresión nacional irlandesa, Marx insiste reiteradamente en la
necesidad de acabar con la propiedad terrateniente de la tierra,
haciendo especial hincapié en las grandes posesiones latifundistas
de la Iglesia anglicana, a la que define como terrateniente: «la
revolución social debe comenzar seriamente por la base, es decir,
por el latifundio». Aplicado este criterio en la actualidad, la
independencia de un pueblo se sustenta, además de en otras medidas,
también y sobre todo en la revolución social desde la base, desde
la socialización de las grandes empresas internas y transnacionales.
La Iglesia anglicana era un poder opresor extranjero en Irlanda, como
hoy lo son las grandes corporaciones capitalistas con sus empresas
saqueando países enteros. Pero además, hoy el capital financiero ha
desarrollado con la ayuda inestimable del imperialismo una serie de
instituciones mundiales, regionales y privadas que destruyen la
independencia real de todo Estado mediano y hasta grande,
instituciones que han impuesto legislaciones especiales al margen y
por encima de las leyes de los pueblos y Estados y que los arruinan
con multas y sobrecostos. Un año antes de esta carta, en la anterior
de1867 Marx explicaba la necesidad de tarifas aduaneras protectoras
frente a potencias muy superiores, ahora fusiona esta medida con la
revolución social que expropie la propiedad burguesa.
En
la carta del 9 de abril de 1870 dirigida a S. Meyer y A. Vogt, Marx
afirma que el problema de la propiedad privada de la tierra, en manos
de los terratenientes, o sea «el problema de la tierra», en
cursivas en su texto, es «la forma exclusiva del problema social
irlandés, pues es un problema de existencia, de vida o muerte, para
la inmensa mayoría del pueblo irlandés, y porque es al mismo tiempo
inseparable del problema nacional», y poco más adelante afirma que
la burguesía inglesa tiene el mismo interés que la aristocracia:
«transformar a Irlanda en una simple tierra de pastoreo que provea
al mercado inglés de carne y lana a los precios más baratos
posible».
Traducido
esto a las condiciones del capitalismo actual vemos que el problema
de la propiedad de las fuerzas productivas, es decir «el problema de
la propiedad» que ya se enuncia así en el Manifiesto Comunista de
1848, es la forma exclusiva del problema social de toda nación, un
problema existencial, de vida o muerte para la mayoría inmensa del
pueblo, problema inseparable del «problema nacional» en palabras y
cursivas de Marx. Dicho de otro modo, el problema nacional es
inseparable del problema de la propiedad de las fuerzas productivas,
de los recursos materiales y culturales mediante los cuales sobrevive
un pueblo, una situación que afecta a la vida y a la muerte de ese
pueblo. Pero hay más, el capitalismo actual necesita
desindustrializar y empobrecer países enteros, terciarizarlos,
condenarlos a la «industria turística» incluida la explotación
sexual y el narcocapitalismo, al estractivismo de insustituibles
materias primas, al monocultivo, al agotamiento de sus recursos
naturales sobre todo energéticos e hídricos, a las ruinosas
plantaciones de biodiesel y la instalación de venenosos almacenes de
detritus. La lógica del capitalismo actual es la misma que la
inglesa de empobrecer al pueblo irlandés para sobrealimentar y
enriquecer a su burguesía.
En
el Prefacio de Engels a la edición polaca del Manifiesto Comunista
de 1892, podemos leer: «El resurgir de una Polonia independiente y
fuerte es cuestión que interesa no sólo a los polacos, sino a todos
nosotros. La sincera colaboración internacional de las naciones
europeas sólo será posible cuando cada una de ellas sea
completamente dueña de su propia casa (…) La nobleza polaca no fue
capaz de defender ni de reconquistar su independencia; hoy por hoy, a
la burguesía, la independencia de Polonia le es, cuando menos,
indiferente. Sin embargo, para la colaboración armónica de las
naciones europeas, esta independencia es una necesidad. Y sólo podrá
ser conquistada por el joven proletariado polaco. En manos de él, su
destino está seguro, pues para los obreros del resto de Europa la
independencia de Polonia es tan necesaria como para los propios
obreros polacos».
Engels
viene a decir que la independencia será proletaria o no será, que
las clases propietarias de las fuerzas productivas no son
independentistas, que las clases trabajadoras no oprimidas
nacionalmente necesitan de la independencia del proletariado
oprimido. Estos criterios son hoy tan pertinentes o más que hace 122
años y han sido confirmados durante ese tiempo: desde 1892 las
burguesías europeas apenas arriesgaron sus capitales, y menos sus
vidas, en la lucha por la independencia de sus pueblos sino que, en
la inmensa mayoría de los casos, sacrificaron a sus pueblos para
mantener ellas sus propiedades negociando con el invasor y
colaborando con él en el exterminio de las fuerzas independentistas
revolucionarias. La II GM supone en este sentido un verdadero cambio
de fase en el comportamiento general burgués, aterrorizado por la
fuerza del socialismo; y otro cambio de fase todavía más
vende-patrias lo supone el Tratado de Maastricht de 1992, por citar
una fecha cualitativa.
Recientemente,
el filósofo comunista cubano J. P. García Brigos ha explicado con
profusión de datos, referencias y ejemplos que sin el socialismo
Cuba dejaría de ser una nación. La misma argumentación sirve al
cien por cien para cada pueblo nacionalmente oprimido: sin el
socialismo nunca llegaremos a ser independientes, nunca llegaremos a
ser naciones en el sentido pleno y radical de la palabra. El
capitalismo financiarizado está llevando al extremo la opresión de
los pueblos, con el apoyo de las burguesías autóctonas. La pregunta
decisiva que hay que responder es ¿de quién es la nación, de su
pueblo trabajador o de la burguesía nativa agente del capital
transnacional?
http://www.insurgente.org/index.php/mas-noticias/ultimas-noticias/item/11918-%C2%BFes-posible-una-independencia-no-socialista?
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