...“La Guardia Civil busca a 200 personas que
enaltecen a ETA en las redes sociales”. Eso sí, un alto mando de la
Unidad Central número 1 (UCE-1) afirma: “Ni somos ni hemos actuado como
un Gran Hermano”. Cada uno es muy libre de pensar lo que desee, pero yo
sí creo que han obrado como una “policía del pensamiento” al servicio
del PP, cuyo objetivo es captar los votos de la extrema derecha de cara a
las europeas....
Hace unos días, me envió un mensaje José María Jiménez Gálvez, redactor de El País,
solicitando mi versión sobre la Operación Araña, dado que yo conocía a
una de las detenidas. Jiménez Gálvez me pedía hablar unos minutos, pues
quería mi punto de vista. Escribía: “…los mensajes difundidos por la
Guardia Civil parecen muy genéricos”. Luego, citaba a mi amiga y
señalaba: “…creo que ellos también debéis (sic) tener voz en
este asunto”. Es evidente que la mente le jugó una mala pasada y conjugó
mal el verbo, incluyéndome entre los imputados por el juez Eloy
Velasco. No sé si estoy en el punto de mira de la Guardia Civil, pero
este acto fallido no es muy tranquilizador. Desde luego, yo nunca me he
escondido en las redes sociales ni he utilizado una falsa identidad.
Rechacé la invitación del periodista, argumentando que El País no
me inspiraba ninguna confianza. He sido uno de sus lectores durante más
de 25 años, pero su creciente falta de honestidad me hizo alejarme de
sus páginas. El deleznable artículo de Mario Vargas Llosa sobre
Esperanza Aguirre (“Aguirre, esa Juana de Arco Liberal”, 23-09-12) me
reveló definitivamente que El País había traicionado a sus
lectores y se había convertido en un títere de sus principales
accionistas. Hoy aparece un artículo firmado por Jorge A. Rodríguez con
un título amenazador: “La Guardia Civil busca a 200 personas que
enaltecen a ETA en las redes sociales”. Eso sí, un alto mando de la
Unidad Central número 1 (UCE-1) afirma: “Ni somos ni hemos actuado como
un Gran Hermano”. Cada uno es muy libre de pensar lo que desee, pero yo
sí creo que han obrado como una “policía del pensamiento” al servicio
del PP, cuyo objetivo es captar los votos de la extrema derecha de cara a
las europeas.
El alto mando –cuyo nombre se omite- anuncia que aún rastrean la
pista de 200 perfiles anónimos de gran popularidad en internet, cuyos
mensajes celebran los atentados de ETA, humillan a las víctimas y piden
el regreso de la lucha armada. No entiendo mucho de informática, pero me
resisto a creer que el Grupo de Delitos Telemáticos no pueda localizar a
una persona mediante su dirección IP, especialmente cuando Facebook y
Twitter colaboran activamente con la policía en todas sus pesquisas.
¿Acaso la Guardia Civil se parece a la T.I.A., la agencia de Mortadelo y
Filemón? ¿Tal vez sus expertos en las diferentes ramas del trabajo
policial son tan lerdos como el profesor Saturnino Bacterio? ¿Quizás el
alto mando que ofrece su versión es el superintendente Vicente Ruínez?
La imbecilidad es uno de los rasgos más acusados de la especie humana,
pero en este caso creo que el problema no es la incompetencia, sino la
mala fe y el servilismo. El portavoz de la UCE-1 afirma que no debe
interpretarse la Operación Araña como una maniobra para intimidar a los
internautas y, mucho menos, como una respuesta a la rebeldía juvenil, la
izquierda o el independentismo. No hace falta ser un genio del
razonamiento deductivo para saber que formula un argumento falaz, pues
no se aplica el mismo criterio con los perfiles que se ríen del dolor
del Pilar Manjón, celebran el asesinato de Aitor Zabaleta o piden un
golpe del estado como el de 1936 para exterminar a la chusma
rojo-separatista. El artículo 578 del Código Penal es una figura
jurídica muy difusa que no existe en la mayoría de los países
democráticos, pero que realiza una importante función amedrentadora. La
muerte violenta de un ser humano siempre es lamentable, pues refleja un
fracaso de la moral y la convivencia, pero no es serio ni ético afirmar
que Carrero Blanco o Melitón Manzanas son “víctimas del terrorismo”. Si
se engloban en esa categoría –que sí incluye a figuras como García
Lorca, las Trece Rosas, Julián Zugazagoitia, Melquíades Álvarez o Irene
Villa-, se producirá una situación moral e históricamente aberrante,
pues se afirmará veladamente que la ejecución de Mussolini, el suicidio
de Hitler o la muerte de Stalin constituyeron graves pérdidas para la
humanidad. El sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal fue
entrevistado en los años 80 por Mercedes Milá. La agresiva locutora le
preguntó qué opinaba sobre la muerte de Anastasio Somoza, que el 17 de
septiembre de 1980 perdió la vida en Asunción (Paraguay), tras ser
alcanzado por los disparos de un grupo guerrillero. Cardenal contestó
con sinceridad: “Me alegré profundamente”. Su comentario no puede ser
interpretado como “enaltecimiento del terrorismo”, pues Somoza no era un
ser inocente. Tampoco lo eran Melitón Manzanas ni Carrero Blanco. Sí lo
son, en cambio, Irene Villa, Miguel Ángel Blanco y tantos otros que
merecen nuestro respeto: militares, policías, periodistas, concejales,
simples ciudadanos.
Eso sí, el listado de víctimas también debe incluir a las miles de
personas torturadas o asesinadas por la Guardia Civil. Por ejemplo, a
los tres jóvenes del caso Almería, torturados hasta la muerte por
agentes de la Benemérita el 10 de mayo de 1981. Hablo de Juan Mañas
Morales (24 años), Luis Montero García (33) y Luis Manuel Cobo Mier
(29). Los tres eran simples trabajadores que acudían a una primera
comunión, pero un vecino les confundió con un comando de ETA y el
Teniente Coronel Carlos Castillo Quero reunió a once agentes de su
confianza para torturarlos en un cuartel abandonado de la localidad
almeriense de Casafuerte. Ninguno sobrevivió. Cuando descubrieron el
error, los tirotearon, los descuartizaron y los introdujeron en un
coche, que rociaron con gasolina. Después, inventaron una versión
increíble, que sin embargo avaló Juan José Rosón, Ministro del Interior.
La familia de Juan Mañas luchó por esclarecer la verdad, pero los
agentes implicados, lejos de avergonzarse de su crimen, respondieron con
una campaña de hostigamiento y agravios. El Teniente Coronel Quero
escribió una carta a la familia Mañas, explicando con lujo de detalles
cómo había torturado y asesinado a los tres jóvenes. El coche del
abogado de la familia Mañas voló por los aires. El letrado se salvó
gracias a que alguien presenció cómo manipulaban los bajos y le advirtió
que no se subiera al vehículo. Nunca se averiguó quién colocó el
explosivo. La Audiencia Provincial de Almería solo imputó a tres
guardias civiles. El Teniente Coronel Castillo Quero fue condenado a 24
años en 1984. En 1987, se le concedió el tercer grado y en 1992 quedó en
libertad, cobrando su retiro a cargo de los fondos reservados del
Ministerio del Interior. La familia de Mañas ha pedido que se reconozca a
los tres jóvenes la condición de víctimas del terrorismo, pero no lo
han conseguido. Hay casos más ultrajantes, si es posible. Gladys del
Estal fue asesinada por el guardia civil José Martínez Salas el 3 de
junio de 1979. Participaba en una concentración popular organizada en
Tudela para protestar contra el Plan Energético Nacional y solicitar la
paralización de la central nuclear de Lemóniz. Se trataba de un acto
pacífico y autorizado, pero los antidisturbios cargaron violentamente
contra los manifestantes y cuando un grupo realizó una sentada a la
salida del puente que cruza el río Ebro, intervino la Guardia Civil. Un
agente se acercó a Gladys. Según los testigos, le dirigió un comentario
obsceno y la joven respondió con un insulto, recibiendo a cambio un
brutal golpe en los riñones con la culata de un subfusil. Cayó al suelo y
mientras intentaba levantarse, el agente le disparó un tiro en la nuca
que salió por la nariz. A pesar de la trayectoria de la bala, la
Audiencia de Pamplona estimó que había sido un caso de imprudencia
temeraria e impuso la pena mínima: dieciocho meses de prisión menor. El
asesino ni siquiera ingresó en prisión y en 1992 fue condecorado con la
Cruz del Mérito Militar. Gladys sólo tenía 23 años. Es una de esas
víctimas que casi nadie quiere recordar.
En el artículo publicado hoy en el diario El País, el alto
mando de la Benemérita saca a relucir los mensajes más odiosos y
ofensivos: “El próximo 13 de mayo hubiera sido el cumpleaños de Miguel
Ángel Blanco pero, ohhh ETA le metió dos tiros en la chola #quesejoda
#púdrete”: “Vuestros muertos son nuestra alegría y nuestra diversión
[con foto del entierro de guardia civil]“; “Gora #ETA, muerte al
@ppopular y larga vida al terrorismo, al asesinato y la extorsión de
políticos, guardias civiles y policías”; “Lo mejor que nos podía ocurrir
es la vuelta a las armas de #ETA y posterior eliminación del @ppopular a
base de bombas y tiros en la nuca”. Imagino que la carta del Teniente
Coronel Castillo Quero es igual de repugnante, pero con una diferencia
importante. Sus palabras no son un repulsivo exabrupto, sino el sádico
retrato de su crimen. Ya he dicho que conozco a una de las detenidas en
la Operación Araña. Pasó la noche en el cuartel de La Salve, pese a que
ya había declarado y no existía cobertura legal para retenerla. No
sufrió malos tratos, pero otra de las detenidas, una mujer con una niña
de seis años, soportó bromas macabras e intimidatorias. Cinco agentes de
paisano y con pasamontañas, charlaron amigablemente con ella y le
espetaron: “Menos mal que aquí solo hay ducha. Ya quitaron la bañera”.
La bañera es un método de tortura que en los últimos años ha sido
reemplazada por la bolsa. No es algo del pasado, sino un procedimiento
que se empleó con Martxelo Otamendi, director de Egunkaria, en
2003. El Tribunal de Derechos Humanos de Estraburgo condenó al Estado
español en 2012 por no investigar la denuncia de torturas con suficiente
rigor. En 2011, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura
estimó que eran “creíbles y consistentes” las denuncias de once personas
interrogadas en régimen de incomunicación en los calabozos de Dirección
General de la Guardia Civil. Presuntamente, una de las detenidas sufrió
una violación anal y vaginal con un tubo untado en vaselina.
Sobran muchas cosas en este país. Sobran la Audiencia Nacional,
la Guardia Civil, el Valle de los Caídos, las placas en plazas y calles
con los nombres de los militares que se sublevaron en 1936 y perpetraron
un horrible genocidio. En cambio, falta un nuevo artículo en el Código
Penal que condene la exaltación del franquismo como apología del
terrorismo, pero es probable que no se redacte jamás. En España, se
aplica un vergonzoso revisionismo histórico, que tiende a justificar los
crímenes de la dictadura. Por eso, los internautas de extrema derecha
insultan en las redes impunemente. Yo he recibido muchos insultos y
amenazas, incluso de personas que se identifican como legionarios o
familiares de la Guardia Civil. Son los mismos energúmenos que en su
momento celebraron el asesinato de García Lorca. Todo esto solo me
produce tristeza, pues me recuerda que vivimos en un país incapaz de
asumir la lección de Manuel Azaña, que el 18 de julio de 1938 pidió
desde el Ayuntamiento de Barcelona “Paz, piedad y perdón”, mientras
Franco repetía una y otra vez que “ganaría la guerra a cualquier
precio”, fusilando si era necesario a media España. Desgraciadamente, no
han cambiado mucho las cosas y nunca podré evitar que mi alma se encoja
al cruzarme con uno de los hijos del Duque de Ahumada.
Fuente:
http://rafaelnarbona.es/?page_id=7603&fb_action_ids=10152367821969437&fb_action_types=og.likesinSurgente
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