No temáis; ¿no os lo he mandado yo? Tened ánimo y sed valientes… INDIGNAOS!

No temáis; ¿no os lo he mandado yo? Tened ánimo y sed valientes… INDIGNAOS!


Digamos entonces que la indignación no basta.
Digamos que no llena  las cucharas vacías, ni paraliza a  los brutos, ni a los verdugos.
Digamos que no es suficiente con sentir en las vísceras el escozor de saber que no hay  brújula que señale la resurrección de la justicia.
Digamos que no basta con comprender que vamos directos al sacrificio, que el olvido deforma el futuro, que son engendrados nuevos tiempos de feudalismo, de cruces gamadas, de labios gastados, de caligrafías baratas.
Digamos que no basta con saber que las fronteras se tambalean para parir dentro de sus banderas monstruos clonados al servicio de unos asnos.
Digamos que no es bastante con señalar a los autores de este presente de mierda, no es suficiente con deletrear sus nombres y apellidos, no basta con detectar sus trampas, sus sobornos, sus becerros de oro.
No basta con tener claro que la humanidad no cuenta en este reparto macabro.
No es suficiente saber que las cadenas son  un montón de eslabones invisibles  atados a las conciencias.
No basta con empezar a oír este ruido desde dentro, este ruido que da dentera, este ruido que nos amansa.
No basta con  indignarse al oír estos crujidos, pero es un buen principio.

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