"Sería bueno que la izquierda ausente empezase a comparecer en este asunto"
"...En el caso de la guerra de Libia trabajaron con astucia los centros de control social, le dieron forma humana a la masacre, y hasta fomentaron un discurso de "izquierdas" que apoyaría a las "primaveras árabes" desde la ensoñación revolucionaria. La pulsión de conciencias desde el "buenismo" les dio resultados impensables, mejores de los previstos, ante una desmovilización vergonzosa. Venía inscrito en este éxito y en nuestro silencio que el "modus operandi" libio pedía a gritos su repetición en Siria...."
Por JOSÉ R. CERVERA GRAU / CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
La clave de la importancia de retomar el debate (o la ruptura) que se produjo dentro de las corrientes de "izquierda" por la posición de algunos intelectuales en el asunto de la guerra de Libia y de Siria, me la proporcionó el propio Carlos Taibo con su manifiesta incomodidad al tratar de este asunto en una de sus charlas sobre decrecentismo. Aunque Taibo en este tema siempre ha mantenido cierto perfil bajo en contraste con Alba Rico, veamos lo injustificado de su enfado en el "affaire" de la guerra de Libia y de Siria cuando se le intenta relacionar en su toma de posición con la del otro filósofo.
Hay un manifiesto sobre Libia que fue suscrito por Carlos Taibo
y muchos otros intelectuales en Abril del 2011, en el que aunque es
cierto que cuestiona la guerra humanitaria; resulta que por otra parte
se piden cosas que dejan un tanto en evidencia las competencias
académicas de los firmantes en materia del derecho internacional y de
conocimiento en la metodología sobre cual es el "procedimiento habitual" para esa petición de “expulsar del poder” a Gadafi. La perla del texto es la que recomienda, como un modo de efectuar el recambio de gobierno en Libia, que se podría “reconocer a los rebeldes”:
http://blogs.publico.es/altermundista/424/manifiesto-sobre-la-intervencion-humanitaria-en-libia/ (1)
En efecto, han sido conocidos y reconocidos por sus hazañas estos "rebeldes"…..menos por los que abogaron por ellos que han quedado en silencio salvo para….volver a apoyarlos en Siria:
En ese otro manifiesto sobre Siria, redactado por Santiago Alba Rico y cuyo contenido comparten todos los firmantes entre los que se encuentra Carlos Taibo, el delirio mayúsculo está contenido en esta apreciación. : “…no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas”. Afirmar justo lo contrario hubiese sido quedarse corto, cómo ahora constatamos y entonces ya sabíamos.
No se trata de empañar el prestigio intelectual y libertario de
nadie, pero hay necesidad de dudar sobre los criterios de los que
generan opiniones vistos los resultados: El problema de estas
deducciones erróneas, mejor dicho, de las conjeturas transmutadas en
dato objetivo por el prestigio del emisor, es que si provienen de
personas con ascendencia sobre otras, generan criterio en los demás....y
resultados tangibles en la dificultad de actuación en las personas
concienciadas de manera habitual contra la guerra. Por esos mismos
resultados físicos y morales de estas guerras sabemos de los peligros de
las opiniones no contrastadas sobre hechos objetivos.
Uno de estos peligros, es este silencio atronador en el campo que siempre fue antibelicista respecto de la claridad de ideas con la que se movilizó todo el mundo contra la guerra de Irak, mientras las analogías inevitables (pretextos) entre todos estos recientes asesinatos en masa de Irak, Libia y Siria, son mayores cada día que pasa.
Uno de estos peligros, es este silencio atronador en el campo que siempre fue antibelicista respecto de la claridad de ideas con la que se movilizó todo el mundo contra la guerra de Irak, mientras las analogías inevitables (pretextos) entre todos estos recientes asesinatos en masa de Irak, Libia y Siria, son mayores cada día que pasa.
Un artífice de la guerra de Irak cómo el señor Tony Blair pide ahora disculpas, no por los miles de muertos ocasionados por esta carnicería, sino por los "errores" de estrategia, de "inteligencia" y por la contribución de ésta al surgimiento del Estado Islámico.
Sabemos en que consiste esa petición de perdón, ni hay arrepentimiento
real por los asesinatos en masa ni hay propósito de enmienda. También
sabemos que hay que ir con cuidado en estos temas devenidos siempre en
intoxicación informativa, puesto que relegar la existencia del estado
Islámico sólo al hecho de su supuesta creación a partir de exmilitares
iraquies, sólo sirve para despistar, echar balones fuera ahora que se
han visto al descubierto con la intervención de Rusia contra sus
mercenarios en Siria; y sale a la luz quién los creó en realidad, quién
los ha apoyado, quienes los conforman en su gran mayoría y de qué manera
tan burda no han sido combatidos en absoluto, al contrario, son y han
sido apoyados por Occidente y sus títeres contra el gobierno y el pueblo
sirio desde hace cuatro años.
Sería bueno también que los intelectuales de la revolución pendiente
por delegación, que vieron revolucionarios idealistas dónde era
evidente que había otra cosa, y luego siguieron contribuyendo al
deformado discurso mediático del poder en el caso sirio, pidiesen
también disculpas por sus "errores" de "inteligencia". Al igual que Tony Blair
ve en el origen del Estado Islámico los "errores" cometidos en su
carnicería de Irak, estos intelectuales deberían de comenzar a pedir
disculpas por haber repetido los "errores" en su reconocimiento de "rebeldes", en Libia y a continuación en Siria.
Por el hecho de estar inmersos en una sociedad más alienada que
nunca, es todavía más destructivo que determinadas opiniones en base al
criterio de una especie de aura intelectual infalible y que es
indiscutible de por si; el que ésta se enseñoree desde el supuesto
pensamiento crítico con ese pequeño pero indispensable grupo de jóvenes
que se atreven a pensar y que quieren actuar. Estas apreciaciones
erróneas de ciertos intelectuales tienen su reflejo práctico en la falta
de respuesta en estas dos últimas guerras cruciales, decisivas en el
tránsito hacia formas superiores de exterminio, dónde se subcontrata la
guerra a través de mercenarios, guerras de cuarta generación en Libia
con un control mediático modélico, puesto que se ve auspiciado por las
propias ONG occidentales y las malversadas buenas intenciones de la
parte de población que las apoyan. Todo esto mientras no sólo contamos
con la manipulación externa por omisión y tergiversación, sino que a
través de un mecanismo de censura interior protofascista, nos
anticipamos a la propia represión externa que ya se va configurando.
Los "errores"
tuvieron su correlato en la vida y en la muerte de muchos. Hay
modulaciones de ello ahora que releemos aquellos artículos y manifiestos
que colaboraron en crear un estado de opinión favorable o indiferente
hacia una guerra igual de perversa que la de Irak. Ya dijimos que con la
guerra de Irak, al menos se articuló una respuesta mundial,
movilizaciones enormes, inéditas...que atemorizaron a los generadores de
muerte. Todavía no estaba implementado del todo el control férreo del
pensamiento a través de las nuevas tecnologías y todavía existían
resquicios para otras versiones informativas de lo que acontecía sobre
el terreno. En el caso de la guerra de Libia trabajaron con astucia los
centros de control social, le dieron forma humana a la masacre, y hasta
fomentaron un discurso de "izquierdas" que apoyaría a las "primaveras
árabes" desde la ensoñación revolucionaria. La pulsión de conciencias
desde el "buenismo" les dio resultados
impensables, mejores de los previstos, ante una desmovilización
vergonzosa. Venía inscrito en este éxito y en nuestro silencio que el
"modus operandi" libio pedía a gritos su repetición en Siria.
Tenemos por delante esa lucha por la paz, contra la guerra neocolonial.
Este es el único ecumenismo posible, que lejos de dividir, une....no es
expectativa juvenil (casi todas las corrientes políticas en boga son en
su gran mayoría de expectación y de espectadores), es una realidad que
si el activismo contra la guerra de Irak unió a millones de seres
humanos de todas las edades y condición en todo el mundo, ahora puede
seguir haciéndolo. Tanto el decrecentismo distópico cómo la
socialdemocracia mediática parecen diseñadas para los jóvenes. Incluso
me atrevería a afirmar que ambas y en apariencia disonantes corrientes,
son coincidentes en ser un modo de dilapidación de la energía
transformadora de estos jóvenes que ahí queda empantanada y
esterilizada; sin poder ser operativa allí dónde la demanda de este
tiempo más lo requiere: El antibelicismo. La lucha contra la guerra sin
embargo fue y será intergeneracional. No nos promete más tiempo para
hacer el amor, ni trabajar menos, ni nos asegura un "estado de
bienestar"; pero permite hacer moralmente lo único correcto en este
tiempo: Asegurar la vida humana sobre la tierra. Esto no aparece por
ninguna parte mediante una respuesta uniforme y colectiva desde las
distintas corrientes ideológicas diseñadas para jóvenes inquietos.
Uno de los principales filósofos marxistas, Domenico Losurdo, apunta en la dirección correcta cuando nos habla de la izquierda ausente y del riesgo de guerra, en esta entrevista:
Citamos estas palabras de Losurdo en la entrevista:
"Hoy
asistimos a una guerra neocolonial que algunos países de Occidente han
desencadenado, que ha devenido en la destrucción de países como Irak,
Libia o Siria. Analistas, investigadores y periodistas hablan ya de que
nos encontramos en el preludio de otra guerra de gran envergadura. Es
decir, que nos hallamos en una situación próxima a la de una gran crisis
histórica: de un lado, el desmantelamiento del Estado social liberal,
la austeridad, la penuria y del otro, los conflictos bélicos en curso de
los que puede surgir otra guerra a gran escala".
Retomando a Gramsci en este asunto del activismo contra la guerra, Losurdo declara:
"Él
(Gramsci) habla de la necesidad de construir un “bloque histórico” del
que formara parte no solamente el proletariado sino también aquellas
fuerzas populares interesadas en rebasar esta situación llena de
peligros. Creo hoy en la necesidad de erigir un nuevo bloque histórico
que una a las fuerzas populares, que en Occidente se hallan golpeadas
por el paro, el endurecimiento de las condiciones de vida y la pobreza,
así como los pueblos del Tercer Mundo que luchan por el desarrollo y
contra las ambiciones neocoloniales del Occidente liberal. Deberá
combatir contra la creciente polarización social y contra quienes
acarician la ilusión de resolver los graves problemas mediante las
guerras neocoloniales u otra de mucha mayor envergadura".
Ese Tercer Mundo que
de forma interesada apenas aparece en los discursos del decrecentismo
distópico ni en la socialdemocracia mediática, tan pendientes de su
ombligo; y menos todavía, en unión al primer mundo, en esta tarea
histórica de conjurar en común los peligros principales y evidentes.
Restarle importancia a los riesgos de guerras generalizadas o de una
guerra nuclear, entra en extraña contradicción con el núcleo milenarista
de las ideas sobre el colapso maltusiano que mantiene Taibo con su
teoría del decrecimiento. ¿Podemos desaparecer por sobrexplotación de
los recursos y no por una guerra nuclear?. ¿Es más importante la
profecía autocumplida del colapso por sobrexplotación de los recursos
que el hecho del colapso en si mismo por motivos distintos?. Taibo
no ignora los peligros de un neofascismo producto histórico habitual de
situaciones cómo la presente, no desconoce que la guerra imperialista
es la manifestación emergente, el verdadero colapso de la civilización,
fruto de esos bienes “escasos”….para aquellos que los
ambicionan todos. ¿Se traduce esta profecía del colapso en una denuncia
de la guerra neocolonial concreta durante las charlas de Taibo
por toda nuestra geografía en locales juveniles, centros libertarios,
en debates, libros, artículos?….Es extraño: No. Si algo está fuera del
pensamiento débil de la época, es precisamente la cuestión de la guerra
de rapiña anglosajona y la del necesario frente común de la población
occidental y de los países del Tercer mundo contra ésta. Un hecho que
chirría por pura ausencia. Si sale a relucir, siempre es en equivalencia
y equiparación respecto de la actitud defensiva de Rusia. Por mucho que
busco no encuentro en Taibo esa inclusión en su noción de colapso del
riesgo de guerras generalizadas o de guerra nuclear. De hecho, su
parábola del padre de familia diligente que actúa siempre ante la mínima
sospecha de riesgo y que ciñe al ámbito medioambiental y de
sobrexplotación de los recursos; no es aplicable a si mismo en su
condición paternal de promotor de la idea de colapso, cuando el riesgo a
considerar es bélico.
Mantener que entre los bloques la similitud de sistemas capitalistas
interconectados hace muy difícil una confrontación armada, es ignorar de
manera deliberada la historia. ¿Qué fue la Segunda Guerra Mundial en su
correlación y colusión con otros países capitalistas desde la Alemania
de entonces, sino una carnicería inimaginable pero cierta?.
La omisión del papel belicista principal del bloque hegemónico en lo
militar y de los riesgos que supone para el mundo esta agresiva conducta
repetida hasta la saciedad, ampliamente documentada en millones de
muertos desde la segunda guerra mundial; ¿qué garantías absolutas ofrece
de que aquí no pasará nada puesto que hay “líneas rojas que no pueden
de ser traspasadas”?. Taibo en sus reflexiones y juicios sobre Rusia,
desde los clichés de su discurso en esta cuestión, equipara en el
imaginario colectivo la voracidad belicista occidental con la actitud
defensiva de este país, y que no va inscrita en su condición o no de
estado socialista; sino que tiene que ver con la supervivencia, ante la
amenaza latente de agresión de las potencias occidentales que quieren
hacerse con sus vastos recursos. Y esto es ajeno a las condiciones de
similitud o diferencia entre las clases dominantes presentes en los
gobiernos de los distintos estados: La Alemania nazi compartía sistema
económico y relaciones de explotación con muchos países también
capitalistas y eso no fue un inconveniente para "traspasar la línea
roja" de la guerra de invasión y el saqueo.
Lo que más me confunde es que estoy seguro que entre los intelectuales
con predicamento entre jóvenes inquietos, lo que podemos saber el común
de los mortales, para ellos es una evidencia todavía mayor. Sus libros y
escritos forman y conforman la conciencia de miles de jóvenes en
facultades y universidades, en las lecturas que recomiendan otros
profesores dado el prestigio alcanzado. Saben quienes pusieron los
muertos para derrotar al nazismo y saben de dónde son los muertos que
provoca el imperialismo neocolonial, saben de los 50 millones de muertos
desde la segunda guerra mundial ocasionados casi en exclusiva por el
bando o banda anglosajona en sus aventuras imperiales . El criterio
marxista elemental aquel de "¿a quién beneficia?", para a partir de ahí
tirar del ovillo hasta los responsables evidentes del mal, algo tan
simple, les falla y nos falla cada vez más a menudo.
Sin embargo, en las cuestiones de la admisión del "error" reconozco
estar de acuerdo con Taibo en su apreciación genérica de que las
ciencias sociales no son ciencias. Si lo fueran, gozarían de la humildad
habitual en los científicos, capaces de asumir sus equivocaciones si la
testaruda realidad u otra teoría verificada echa por tierra su
paradigma.
En la tierra de nadie de la doble negación (Ni OTAN, ni Gadafi),
quedaron a salvo o eso creen los autores intelectuales de ese ninismo,
los supuestos juicios puros y ecuánimes de sus teorías equiparativas
entre bloques, dictaduras e imperialismos; pero la realidad es que los
seres humanos de carne y hueso son los que quedaban atrapados entre el
sofisma e indefensos ante la guerra de agresión, sin el apoyo habitual
de la mayoría de organizaciones de izquierda occidentales y de los
jóvenes antibelicistas. Sin embargo, en América Latina tuvieron las
cosas muy claras desde el principio, ni más ni menos que del mismo modo
que toda la población mundial respecto de la guerra de Irak en su día.
Y en esta parálisis antibélica estamos todavía: Lo más parecido a la
verdadera solidaridad internacionalista del no a la guerra, es una
caridad hacia los refugiados que desvirtúa esa solidaridad y
retroalimenta las agresiones bélicas; puesto que siempre estarán los
bienintencionados occidentales incapaces de parar la máquina de guerra
occidental, pero siempre dispuestos a través de sus ONG a poner las
vendas en las heridas que infligen sus gobiernos. Para ganar alguna
revolución, primero tenemos que parar la guerra, evitarla. Y esta
victoria sobre el belicismo será el primer acto revolucionario
contemporáneo, la plasmación valiente de la única solidaridad real hacia todos los oprimidos de la Tierra.
Hasta Putin, ese
denostado y supuesto hombre de paja de oligarcas rusos en los clichés
de los medios de comunicación occidentales y también concebido de este
modo en las teorías equiparativas y equidistantes entre bloques con
independencia de su voracidad y beligerancia, ha optado por un mensaje
alternativo al de la confrontación. Tiene propuestas este "Che Guevara del siglo XXI" , tal y cómo lo denomina Taibo
de manera mordaz hacia quienes vemos, en realidad sin falsas
expectativas revolucionarias (esas expectativas han sido el "error" de
otros); un factor de equilibrio mundial en su actuación. "Aquí o nos salvamos todos o no se salva nadie", afirma Taibo de manera formal y obviando la guerra. En el mensaje de Putin si
que se implementa la condición de la supervivencia de todos, puesto que
es el modo de asegurar la de Rusia. Si que reconoce los vientos de
guerra y ve ese peligro de colapso concretado en ellos. Ha sido en la
Conferencia de Sochi de hace unos días sobre "La guerra y la paz en el siglo XXI: El ser humano, el estado y la amenaza de un gran conflicto en el siglo XXI"", donde Putin ha
planteado lo que muchos intelectuales no mencionan: Las armas
nucleares no permiten un ganador en un conflicto global, la existencia
de una guerra mediática de acoso a Rusia en la que tantos intelectuales
participan, el trato de EE.UU. a sus socios cómo el de amo/vasallo, el
apoyo a mercenarios para cambiar a través de una violencia bárbara los
gobiernos que no son del agrado de Occidente, etc...También ha dicho eso
que queda tan bien de que "o nos salvamos todos o no se salva nadie",
pero el resto de sus declaraciones, y hasta el título mismo de la
conferencia, hace pensar que en este caso si se cree la sentencia. Ya
sabemos que siguiendo la consigna de Serrano Suñer, una gran parte de la
intelectualidad tiene la tarea asignada de repetir hasta la saciedad
aquello de que "Rusia es culpable". Pero
ahora mismo la resistencia a esos planes hegemónicos que proviene de
Rusia es la que hace albergar alguna esperanza en un mundo multipolar y
por lo tanto no sometido al dictado de los ejemplares gobiernos
democráticos occidentales, de altos valores sobre el papel untado en
sangre.
En relación a esos valores ilustrados con pretensión de universales,
alguien tendrá que explicar cómo y de qué manera los principios
democráticos formales y de los derechos humanos, que en la práctica
niegan los gobernantes dentro y sobre todo fuera de sus fronteras,
tienen luego como principales valedores a cierta intelectualidad; esa
que reniega dentro de su país de estos principios burgueses por
tramposos e insuficientes y sin embargo luego se atreven a exigir como
un salvoconducto, e incluso por encima del derecho a la vida, su
estricto cumplimiento en otras latitudes. Por lo general, en aquellos
países con gobiernos que no son del agrado del poder occidental.
Sería bueno que la izquierda ausente (Losurdo
dixit) empezase a comparecer en este asunto que tanto le atañe, incluso
aunque no haya intelectualidad que la respalde; por razones de su
propia supervivencia y de la de los demás. La Internacional del siglo
XXI es esta lucha final, la que debe reunir a todo el género humano,
incluso sin vínculo ético: Sólo el biólogico de ese compartido instinto
ciego de la mera supervivencia.
http://canarias-semanal.org/not/17119/las-guerras-recientes-y-el-papel-de-los-intelectuales/
Justo debajo puedes leer el contenido de los 3 enlaces que el autor del articulo inserta
Existen muchas razones, políticas, sociales, racionales y emocionales para apoyar una intervención en Libia, pero también las hay para rechazar tal actuación, especialmente por la necesidad de cuestionar el modelo en que se basa la intervención.
Los abajo firmantes, por las razones que más abajo explicitamos, nos mostramos solidarios con el pueblo libio en su proceso de democratización y, por esto, con el derrocamiento del coronel Gadafi, defendemos que las intervenciones internacionales sean de tipo político y no militar, y estén insertas en procesos que garanticen una paz real y duradera. Por estas razones, nos parece oportuno introducir en el debate que se está produciendo algunas preguntas y precisiones.
Antes de dar nuestro apoyo a la utilización de la fuerza militar en cualquier conflicto que puede derivar en guerra, la primera pregunta que nos deberíamos formular es: ¿qué complicidades existen desde la comunidad internacional o desde nuestro propio Estado? ¿Se encuentran estas entre las causas que han motivado el conflicto? Es decir, se trata de preguntarnos si existen intereses económicos o políticos por parte de nuestros propios Estados respecto del país que se pretende atacar.
La segunda pregunta no es de menor enjundia, pues también apunta a una cuestión decisiva para un comportamiento ético en política. ¿Se ha prestado ayuda militar o vendido armas por parte de los Estados intervinientes a ese gobierno despótico al que ahora se pretende derrocar?
Resulta evidente que, en el caso de Libia, hace apenas unas semanas, numerosos países occidentales firmaban convenios comerciales, establecían negocios conjuntos, prestaban ayuda financiera, instalaban industrias de extracción de hidrocarburos y, además, le vendían armas. Todo ello a sabiendas de que se beneficiaba a Gadafi y a su círculo más íntimo y no a la población libia, y a pesar del historial criminal del dictador, quien no mostró mejores maneras con el pueblo libio tras su acercamiento a Occidente, ni dejó de proporcionar armas y apoyos de todo tipo a grupos rebeldes y regímenes totalitarios y colaborar y financiar ataques contra población civil en numerosos países. Pese a ello, el dictador Gadafi se convirtió en un firme aliado y fue recibido con honores por buena parte de los países y dirigentes que hoy le demonizan.
Pero hay más preguntas, también importantes: ¿se habían agotado todos los medios políticos al alcance de la comunidad internacional para resolver el conflicto?, ¿No existen dudas razonables de que la medida militar adoptada tiene muchas probabilidades de provocar una mayor escalada de violencia y un mayor sufrimiento?
Además, resulta de una enorme hipocresía esgrimir el derecho a proteger a la población de Libia mediante el uso de la fuerza, mientras existen un sinfín de escenarios en el mundo donde no se hace absolutamente nada. Pues en la mayoría de países árabes donde existen duras dictaduras y algunas están masacrando a su pueblo, como en Yemen o Siria; o se pasa por alto el envío de tropas de Arabia Saudí a Bahréin para reprimir las revueltas de su población; o el angustioso caso de Palestina, que no hace falta detallar por ser demasiado conocido; por no mencionar la parálisis de la comunidad internacional en los casos de Chechenia, Guinea Ecuatorial, R.D. del Congo, Zimbabue y tantos otros. Y, en definitiva, ¿dónde se encuentra la responsabilidad de proteger cuando conocemos que, cada día, decenas de miles de personas mueren como consecuencia de la desnutrición o enfermedades fácilmente curables? ¿Son estas últimas maneras de morir menos dramáticas? ¿Es la responsabilidad de las autoridades menor? ¿Nos importa acaso más quién mata que quién muere?http://blogs.publico.es/altermundista/424/manifiesto-sobre-la-intervencion-humanitaria-en-libia/
(2)
http://canarias-semanal.org/not/17119/las-guerras-recientes-y-el-papel-de-los-intelectuales/
Justo debajo puedes leer el contenido de los 3 enlaces que el autor del articulo inserta
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(1) Manifiesto sobre la intervención “humanitaria” en Libia
08 abr 2011
Manifiesto contra la intervención militar en Libia, firmado por más de 30 personas ligadas a centros de investigación por la paz y relacionadas con el movimiento pacifista.Existen muchas razones, políticas, sociales, racionales y emocionales para apoyar una intervención en Libia, pero también las hay para rechazar tal actuación, especialmente por la necesidad de cuestionar el modelo en que se basa la intervención.
Los abajo firmantes, por las razones que más abajo explicitamos, nos mostramos solidarios con el pueblo libio en su proceso de democratización y, por esto, con el derrocamiento del coronel Gadafi, defendemos que las intervenciones internacionales sean de tipo político y no militar, y estén insertas en procesos que garanticen una paz real y duradera. Por estas razones, nos parece oportuno introducir en el debate que se está produciendo algunas preguntas y precisiones.
Antes de dar nuestro apoyo a la utilización de la fuerza militar en cualquier conflicto que puede derivar en guerra, la primera pregunta que nos deberíamos formular es: ¿qué complicidades existen desde la comunidad internacional o desde nuestro propio Estado? ¿Se encuentran estas entre las causas que han motivado el conflicto? Es decir, se trata de preguntarnos si existen intereses económicos o políticos por parte de nuestros propios Estados respecto del país que se pretende atacar.
La segunda pregunta no es de menor enjundia, pues también apunta a una cuestión decisiva para un comportamiento ético en política. ¿Se ha prestado ayuda militar o vendido armas por parte de los Estados intervinientes a ese gobierno despótico al que ahora se pretende derrocar?
Resulta evidente que, en el caso de Libia, hace apenas unas semanas, numerosos países occidentales firmaban convenios comerciales, establecían negocios conjuntos, prestaban ayuda financiera, instalaban industrias de extracción de hidrocarburos y, además, le vendían armas. Todo ello a sabiendas de que se beneficiaba a Gadafi y a su círculo más íntimo y no a la población libia, y a pesar del historial criminal del dictador, quien no mostró mejores maneras con el pueblo libio tras su acercamiento a Occidente, ni dejó de proporcionar armas y apoyos de todo tipo a grupos rebeldes y regímenes totalitarios y colaborar y financiar ataques contra población civil en numerosos países. Pese a ello, el dictador Gadafi se convirtió en un firme aliado y fue recibido con honores por buena parte de los países y dirigentes que hoy le demonizan.
Pero hay más preguntas, también importantes: ¿se habían agotado todos los medios políticos al alcance de la comunidad internacional para resolver el conflicto?, ¿No existen dudas razonables de que la medida militar adoptada tiene muchas probabilidades de provocar una mayor escalada de violencia y un mayor sufrimiento?
Además, resulta de una enorme hipocresía esgrimir el derecho a proteger a la población de Libia mediante el uso de la fuerza, mientras existen un sinfín de escenarios en el mundo donde no se hace absolutamente nada. Pues en la mayoría de países árabes donde existen duras dictaduras y algunas están masacrando a su pueblo, como en Yemen o Siria; o se pasa por alto el envío de tropas de Arabia Saudí a Bahréin para reprimir las revueltas de su población; o el angustioso caso de Palestina, que no hace falta detallar por ser demasiado conocido; por no mencionar la parálisis de la comunidad internacional en los casos de Chechenia, Guinea Ecuatorial, R.D. del Congo, Zimbabue y tantos otros. Y, en definitiva, ¿dónde se encuentra la responsabilidad de proteger cuando conocemos que, cada día, decenas de miles de personas mueren como consecuencia de la desnutrición o enfermedades fácilmente curables? ¿Son estas últimas maneras de morir menos dramáticas? ¿Es la responsabilidad de las autoridades menor? ¿Nos importa acaso más quién mata que quién muere?http://blogs.publico.es/altermundista/424/manifiesto-sobre-la-intervencion-humanitaria-en-libia/
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Solidaridad con el pueblo sirio
"Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia que ampare los derechos sociales y económicos de la mayoría"
Rebelión
Hace meses que amplios sectores de la sociedad siria se unieron a la esperanzadora ola cívica que recorre el Magreb y el Machreq bajo la denominación de “primavera árabe”. Sin embargo, la primavera siria se ha tornado en un terrible baño de sangre. Millares de manifestantes pacíficos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad del régimen de Bachar Al-Asad, que no ha dudado en recurrir al bombardeo de ciudades y pueblos. Un número aún más elevado de personas han sido detenidas y sistemáticamente torturadas. Los derechos humanos básicos, desde el derecho a la vida al de expresión, están siendo masivamente violados por las autoridades sirias en un país cerrado a la información independiente.
Quienes suscribimos esta declaración queremos expresar nuestra condena por estos hechos: no hay justificación posible para esta guerra abierta que el régimen sirio libra impunemente contra su propio pueblo.
El régimen sirio miente para justificar la brutal represión de su propia población. Como tantas otras veces, la dictadura de Bachar Al-Asad vuelve a agitar como un espantajo el peligro de la ruptura sectaria o del terrorismo islamista, o la falsa disyuntiva entre la soberanía y la dignidad del Estado y los derechos y las libertades de sus ciudadanos. Sin embargo, no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas o que permita argumentar que las aspiraciones de los ciudadanos sirios son distintas a las que otros ciudadanos árabes manifiestan en sus países. Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es esencialmente la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia política real y que ampare y promueva los derechos sociales y económicos de la mayoría. El hilo que engarza las cuentas de las nuevas rebeliones árabes de 2011 —también la de Siria— es la esperanza colectiva en que las próximas generaciones puedan crecer en libertad, hombres y mujeres amparados por el principio universal de ciudadanía, no como súbditos sometidos al pillaje, al terror, a la humillación y a las arbitrariedades de sus dirigentes.
¿Acaso no son éstas nuestras propias aspiraciones, las de cualquier sociedad? Sin embargo, sorprendentemente, cuando más solidaridad demandan los hombres y las mujeres de Siria y cuando parece más justificado y necesario hacérsela llegar desde Europa y América Latina, sectores de la izquierda internacional, defensores en sus propios países de proyectos emancipatorios con los que nos identificamos y que apoyamos, abonan argumentos justificativos de la dictadura siria, basándose en teorías conspirativas y estereotipos ideológicos que han dejado de ser válidos. No hay dictaduras “progresistas”, y condenar selectivamente los crímenes de unos gobiernos mientras se silencian los de otros nos lleva a incurrir en el mismo doble rasero que tan justamente denunciamos en nuestros dirigentes.
Ante la inoperancia internacional, la sociedad siria parece abandonada a su suerte. Conocemos muy bien las reglas que rigen el mundo contemporáneo, aquellas que permiten al tiempo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas vete la creación de un Estado Palestino y la condena de la represión del régimen sirio. Los árabes son víctimas del cinismo mercantilista que rige las relaciones internacionales, que valora en cada caso cuándo es conveniente intervenir y cuándo no lo es, siempre en función de intereses ajenos a los de las poblaciones afectadas. Nuestra condena no encubre la solicitud de ninguna intervención militar occidental ni la imposición de un asedio medieval contra la población siria. Rechazamos abiertamente —como lo hacen los propios sirios, que luchan por su libertad— cualquier forma de presión militar y de tutelaje colonial. Pero nos resistimos a aceptar que nada pueda hacerse frente a lo que está ocurriendo en Siria, que la pasividad y el silencio amparen los crímenes que se están cometiendo en Siria.
PRIMERAS FIRMAS
Santiago Alba Rico, Carlos Varea, Piedad Córdoba Ruiz (Colombia), José Luis Sampedro, Sami Naïr, Javier de Lucas, José Camilo López Valls (Cuba), Carlos Taibo, Gilberto López y Rivas (México), Javier Sádaba, Gaspar Llamazares, Atilio Borón (Argentina), Teresa Aranguren, Jaime Pastor, diputada Liliana Olivero (Argentina), Francisco Fernández Buey, Jorge Reichmann, Angélica Lagunas (Argentina), Roberto Montoya, Lobna Dahech (Túnez), Carlos Fernández Liria, Juan Carlos Monedero, Olga Rodríguez, John Brown (Bélgica), Miguel Romero, Manuel García Fonseca, Juan Luis Ruiz Giménez, Enrique Santiago, Olga Lucas, Yayo Herrero López, Antonio Cuesta Marín, Miguel Lamas (Bolivia), Carlos Alberto Ruiz Socha (Colombia), Carlos Sanchís, Luis González Reyes, Itziar Ruiz Giménez, Joaquín Sempere Carreras, Igor Sádaba, Isabel Alba, Javier Barreda, Patricia Rivas, Luis Alegre Zahonero, Inmaculada Jiménez Morell, Francisco Puche, Alberto Montero, Antonio Crespo, Esther Vivas, Ignacio Gutiérrez de Terán, Alejandro Del Águila Mejía (Guatemala), Ángeles Ramírez, Raúl Maíllo García, Javier Couso Permuy, Salvador López Arnal, Antoni Domènech, Alerce Fernández Sánchez, Ana Ruth Vidal Luengo, Miguel Urbán, Houmad el-Kadiri el-Mahdi, María Jesús Fuentes Rebollo, Gladys Martínez López, Sara Sánchez Moreno, Dolores Nauffal Manzur, Dionisio Vacas Cosmo, Paloma Valverde, Agustín Velloso Santisteban, Susana Merino (Argentina), Ester Sanz Murillo, Juan Antonio Baeza Labat, Julio Rodríguez Bueno, Carlos Varias García, Ernest Garcia, Ricardo García Zaldívar, Carlos Ballesteros García, Francisco Altermir, Hector Grad, Cristina Ruiz-Cortina Sierra, Anne Martin, Fina Alemany Costa, Francisco Ruiz De Pablos, Decio Machado Flores, María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida, José Luis Lalueza Sazatornil, Joaquina Ramilo Rouco, Nadia Hindi Mediavilla, Santiago González Vallejo, Jaume Saura Estapà, Antonio Martínez Castro, Cristina García Cecilia, Jesús Zanón Bayón, José Luis Carretero Miramar, Aurora Lago, Lucía Molina Martínez, Maria Josefa Sabriá Pau, Ana Ruth Vidal Luengo, Husein Khzam, Gorka Larrabeiti (Italia), José Díaz Sánchez de la Blanca, Toño Hernández, Sinfo Fernández, Luis Martín-Cabrera (EEUU), Cristina Mas, Josep Lluís del Alcázar, Miquel Blanch, Marga Olalla, Luis Carlos Gómez-Pintado, Muhittin Karkin (Turquía), Franck Gaudichaud (Francia), Soledad Delgado Moracho, Fernando Beltrán Llavador, Evgeny A. Shlevkov, Miguel Brieva Estrada, Mª Pau Vila Pastor, Javier Mestre Marcotegui, Manuela Valadés Feito, Lluís Isern Sitjà, Alerce Fernández Sánchez, María Camacho Castaño, Ana García Romero, Guillermo García del Busto Miralles, Ana Andrea Sánchez López, Francisco García Pérez, Lucía Mazarrasa Alvaer, Joan Tenorio Martínez, Lola Bernal Armengol, Ramón Farres Puntí, Carmen Safont Edo, Carlos Javier Moreno García, Jónatham F. Moriche, Anahí Seri, Javier de Vicente, Manuel Zaguirre, Patricio Suárez, Nelly Benavides (Ecuador), María Aurora Álvarez Suárez, Diego López Álvarez, Diego García Bautista (México), Germán Hurtado Aldana (México), Sergio Medina (México), Pascual de Jesús González (México), Isabel Hernández (México), Sandra Gómez (México), Magdalena Trejo (México), Andrés García Galeana (México), Miguel Ángel Álvarez (México), Leonardo Uribe Hernández (México, Enrique González Rui, Sirin Adlbi Siba, Teresa Arenillas Parra, Manoli Etxeberri, Mikel Goenaga Aramburu, Mila Larburu Agirre
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=138712
"Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia que ampare los derechos sociales y económicos de la mayoría"
Rebelión
Hace meses que amplios sectores de la sociedad siria se unieron a la esperanzadora ola cívica que recorre el Magreb y el Machreq bajo la denominación de “primavera árabe”. Sin embargo, la primavera siria se ha tornado en un terrible baño de sangre. Millares de manifestantes pacíficos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad del régimen de Bachar Al-Asad, que no ha dudado en recurrir al bombardeo de ciudades y pueblos. Un número aún más elevado de personas han sido detenidas y sistemáticamente torturadas. Los derechos humanos básicos, desde el derecho a la vida al de expresión, están siendo masivamente violados por las autoridades sirias en un país cerrado a la información independiente.
Quienes suscribimos esta declaración queremos expresar nuestra condena por estos hechos: no hay justificación posible para esta guerra abierta que el régimen sirio libra impunemente contra su propio pueblo.
El régimen sirio miente para justificar la brutal represión de su propia población. Como tantas otras veces, la dictadura de Bachar Al-Asad vuelve a agitar como un espantajo el peligro de la ruptura sectaria o del terrorismo islamista, o la falsa disyuntiva entre la soberanía y la dignidad del Estado y los derechos y las libertades de sus ciudadanos. Sin embargo, no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas o que permita argumentar que las aspiraciones de los ciudadanos sirios son distintas a las que otros ciudadanos árabes manifiestan en sus países. Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es esencialmente la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia política real y que ampare y promueva los derechos sociales y económicos de la mayoría. El hilo que engarza las cuentas de las nuevas rebeliones árabes de 2011 —también la de Siria— es la esperanza colectiva en que las próximas generaciones puedan crecer en libertad, hombres y mujeres amparados por el principio universal de ciudadanía, no como súbditos sometidos al pillaje, al terror, a la humillación y a las arbitrariedades de sus dirigentes.
¿Acaso no son éstas nuestras propias aspiraciones, las de cualquier sociedad? Sin embargo, sorprendentemente, cuando más solidaridad demandan los hombres y las mujeres de Siria y cuando parece más justificado y necesario hacérsela llegar desde Europa y América Latina, sectores de la izquierda internacional, defensores en sus propios países de proyectos emancipatorios con los que nos identificamos y que apoyamos, abonan argumentos justificativos de la dictadura siria, basándose en teorías conspirativas y estereotipos ideológicos que han dejado de ser válidos. No hay dictaduras “progresistas”, y condenar selectivamente los crímenes de unos gobiernos mientras se silencian los de otros nos lleva a incurrir en el mismo doble rasero que tan justamente denunciamos en nuestros dirigentes.
Ante la inoperancia internacional, la sociedad siria parece abandonada a su suerte. Conocemos muy bien las reglas que rigen el mundo contemporáneo, aquellas que permiten al tiempo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas vete la creación de un Estado Palestino y la condena de la represión del régimen sirio. Los árabes son víctimas del cinismo mercantilista que rige las relaciones internacionales, que valora en cada caso cuándo es conveniente intervenir y cuándo no lo es, siempre en función de intereses ajenos a los de las poblaciones afectadas. Nuestra condena no encubre la solicitud de ninguna intervención militar occidental ni la imposición de un asedio medieval contra la población siria. Rechazamos abiertamente —como lo hacen los propios sirios, que luchan por su libertad— cualquier forma de presión militar y de tutelaje colonial. Pero nos resistimos a aceptar que nada pueda hacerse frente a lo que está ocurriendo en Siria, que la pasividad y el silencio amparen los crímenes que se están cometiendo en Siria.
PRIMERAS FIRMAS
Santiago Alba Rico, Carlos Varea, Piedad Córdoba Ruiz (Colombia), José Luis Sampedro, Sami Naïr, Javier de Lucas, José Camilo López Valls (Cuba), Carlos Taibo, Gilberto López y Rivas (México), Javier Sádaba, Gaspar Llamazares, Atilio Borón (Argentina), Teresa Aranguren, Jaime Pastor, diputada Liliana Olivero (Argentina), Francisco Fernández Buey, Jorge Reichmann, Angélica Lagunas (Argentina), Roberto Montoya, Lobna Dahech (Túnez), Carlos Fernández Liria, Juan Carlos Monedero, Olga Rodríguez, John Brown (Bélgica), Miguel Romero, Manuel García Fonseca, Juan Luis Ruiz Giménez, Enrique Santiago, Olga Lucas, Yayo Herrero López, Antonio Cuesta Marín, Miguel Lamas (Bolivia), Carlos Alberto Ruiz Socha (Colombia), Carlos Sanchís, Luis González Reyes, Itziar Ruiz Giménez, Joaquín Sempere Carreras, Igor Sádaba, Isabel Alba, Javier Barreda, Patricia Rivas, Luis Alegre Zahonero, Inmaculada Jiménez Morell, Francisco Puche, Alberto Montero, Antonio Crespo, Esther Vivas, Ignacio Gutiérrez de Terán, Alejandro Del Águila Mejía (Guatemala), Ángeles Ramírez, Raúl Maíllo García, Javier Couso Permuy, Salvador López Arnal, Antoni Domènech, Alerce Fernández Sánchez, Ana Ruth Vidal Luengo, Miguel Urbán, Houmad el-Kadiri el-Mahdi, María Jesús Fuentes Rebollo, Gladys Martínez López, Sara Sánchez Moreno, Dolores Nauffal Manzur, Dionisio Vacas Cosmo, Paloma Valverde, Agustín Velloso Santisteban, Susana Merino (Argentina), Ester Sanz Murillo, Juan Antonio Baeza Labat, Julio Rodríguez Bueno, Carlos Varias García, Ernest Garcia, Ricardo García Zaldívar, Carlos Ballesteros García, Francisco Altermir, Hector Grad, Cristina Ruiz-Cortina Sierra, Anne Martin, Fina Alemany Costa, Francisco Ruiz De Pablos, Decio Machado Flores, María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida, José Luis Lalueza Sazatornil, Joaquina Ramilo Rouco, Nadia Hindi Mediavilla, Santiago González Vallejo, Jaume Saura Estapà, Antonio Martínez Castro, Cristina García Cecilia, Jesús Zanón Bayón, José Luis Carretero Miramar, Aurora Lago, Lucía Molina Martínez, Maria Josefa Sabriá Pau, Ana Ruth Vidal Luengo, Husein Khzam, Gorka Larrabeiti (Italia), José Díaz Sánchez de la Blanca, Toño Hernández, Sinfo Fernández, Luis Martín-Cabrera (EEUU), Cristina Mas, Josep Lluís del Alcázar, Miquel Blanch, Marga Olalla, Luis Carlos Gómez-Pintado, Muhittin Karkin (Turquía), Franck Gaudichaud (Francia), Soledad Delgado Moracho, Fernando Beltrán Llavador, Evgeny A. Shlevkov, Miguel Brieva Estrada, Mª Pau Vila Pastor, Javier Mestre Marcotegui, Manuela Valadés Feito, Lluís Isern Sitjà, Alerce Fernández Sánchez, María Camacho Castaño, Ana García Romero, Guillermo García del Busto Miralles, Ana Andrea Sánchez López, Francisco García Pérez, Lucía Mazarrasa Alvaer, Joan Tenorio Martínez, Lola Bernal Armengol, Ramón Farres Puntí, Carmen Safont Edo, Carlos Javier Moreno García, Jónatham F. Moriche, Anahí Seri, Javier de Vicente, Manuel Zaguirre, Patricio Suárez, Nelly Benavides (Ecuador), María Aurora Álvarez Suárez, Diego López Álvarez, Diego García Bautista (México), Germán Hurtado Aldana (México), Sergio Medina (México), Pascual de Jesús González (México), Isabel Hernández (México), Sandra Gómez (México), Magdalena Trejo (México), Andrés García Galeana (México), Miguel Ángel Álvarez (México), Leonardo Uribe Hernández (México, Enrique González Rui, Sirin Adlbi Siba, Teresa Arenillas Parra, Manoli Etxeberri, Mikel Goenaga Aramburu, Mila Larburu Agirre
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(3)
“Las guerras de hoy preludian otra guerra de gran envergadura"
El pensador duda de la capacidad de Syriza o Podemos para nivelar los desequilibrios existentes entre el norte y el sur de Europa
Domenico Losurdo, en Madrid. / R. F.
Domenico Losurdo (Sannicardo, Bari, 1941) es uno de los intelectuales
marxistas de referencia de la izquierda italiana y europea. Presidente
de la Sociedad Internacional de Filosofía Dialéctica, es profesor de
esta disciplina en la Universidad de Urbino y experto en Filosofía
Clásica alemana. Autor de una veintena de libros y ensayos, su obra
versa sobre la crítica del revisionismo, los postulados del liberalismo,
el estalinismo y la cultura de la no violencia, entre otros ámbitos. Ha
visitado Madrid para presentar su último libro “Antonio Gramsci, del liberalismo al comunismo crítico”,
donde aborda el pensamiento del gran intelectual sardo. Encarcelado por
Mussolini, Gramsci (Ales, 1891-Roma, 1937) teorizó desde la prisión
—hasta donde le condujo su actividad antifascista— sobre la lucha del
movimiento obrero, la emancipación anticolonialista, la tarea del
intelectual progresista y la pugna por la hegemonía en la cultura. Y lo
hizo con una brillantez reconocida incluso por sus adversarios. Con
Losurdo conversó EL PAÍS este miércoles en un hotel madrileño.
Pregunta. ¿Cuál es la idea central de su libro y cuál la intencionalidad que lo inspira?
Respuesta. He relatado la evolución ideológica de Antonio Grasmsci, quien, desde un liberalismo inicial, se convierte en comunista tras las matanzas de la Primera Guerra Mundial, para reflexionar luego sobre la derrota del movimiento comunista en Occidente y la ulterior victoria del fascismo. A partir de estas reflexiones, Gramsci desarrolla un análisis extraordinario sobre la lucha política, con conceptos tales como la lucha por la hegemonía, el intelectual orgánico o la revolución activa y pasiva, procesos mediante los cuales las clases subalternas pueden adquirir la independencia intelectual y espiritual. Incluso los círculos políticos opuestos a él se han visto obligados de alguna forma a utilizar las categorías socio-políticas elaboradas por Gramsci.
P. Sin el ascendiente filosófico de Benedetto Croce y de Giovanni Gentile, que inspiraron parte de su pensamiento, ¿habría alcanzado Gramsci la proyección intelectual que adquirió?
R. La influencia de los dos pensadores liberales fue considerable ya que a través de ambos Gramsci comprendió mejor la filosofía de Hegel, puesto que, por este medio, rompió con la visión fatalista del devenir histórico y con el marxismo vulgar, el determinismo económico, el positivismo mecanicista y con la visión según la cual la implantación del socialismo en el futuro sería algo casi natural e inexorable. No obstante, para conseguir su llegada comprendió la importancia de la lucha ideológica y la de la dialéctica en la historia debida a Hegel. El Marx joven condenó a Hegel como idealista, entendió el término en un sentido negativo, porque le achacaba la negación de la realidad objetiva en contra del pensamiento y de la conciencia. Pero esa crítica de Marx a Hegel no es válida, parece que buscaba en esta actitud una especie de parricidio de su maestro hegeliano. Gramsci matiza y cambia de actitud, hasta llegar a considerar, como había hecho el Marx maduro, que Hegel encarnó la reflexión más desarrollada de la modernidad.
P. ¿En qué momento percibe Gramsci la supuesta impotencia del liberalismo para primar la esfera de lo social sobre la individual?
R. Su crítica al liberalismo no es la tradicional que se realiza desde el marxismo vulgar, que establece que el liberalismo habla del Gobierno de la ley en referencia únicamente a leyes formales que no tienen relación con la vida social o material de los pueblos. Gramsci se toma en serio las “libertades liberales” pero establece que la burguesía liberal nunca las ha aplicado a los pueblos coloniales. Además señala que cuando la burguesía se ha visto ante grandes crisis económicas, sociales o políticas, Occidente no ha tenido reparo alguno en abolir esas normas que dice proclamar. Hay que recordar, como ejemplo, las leyes marciales, los pelotones de ejecución, la llamada decimación —el fusilamiento de uno de cada diez soldados carentes de ánimo combatiente, un tipo de ejecución “pedagógica” para obligarles a ir a la muerte sin rechistar— durante la Primera Guerra Mundial. Esas prácticas implican el desprecio total al rule of law o Gobierno de la ley pregonado por el liberalismo.
P. Del pensamiento y del ejemplo gramsciano, ¿qué permanece hoy vigente, aplicable, en la realidad eco-sociopolítica?
R. Con lucidez extraordinaria, Gramsci rompió la visión mecanicista de la transformación revolucionaria o radical del orden establecido. Hoy asistimos a una guerra neocolonial que algunos países de Occidente han desencadenado, que ha devenido en la destrucción de países como Irak, Libia o Siria. Analistas, investigadores y periodistas hablan ya de que nos encontramos en el preludio de otra guerra de gran envergadura. Es decir, que nos hallamos en una situación próxima a la de una gran crisis histórica: de un lado, el desmantelamiento del Estado social liberal, la austeridad, la penuria y del otro, los conflictos bélicos en curso de los que puede surgir otra guerra a gran escala.
P. ¿Cuál fue la propuesta política fundamental del pensador sardo?
R. Él habla de la necesidad de construir un “bloque histórico” del que formara parte no solamente el proletariado sino también aquellas fuerzas populares interesadas en rebasar esta situación llena de peligros. Creo hoy en la necesidad de erigir un nuevo bloque histórico que una a las fuerzas populares, que en Occidente se hallan golpeadas por el paro, el endurecimiento de las condiciones de vida y la pobreza, así como los pueblos del Tercer Mundo que luchan por el desarrollo y contra las ambiciones neocoloniales del Occidente liberal. Deberá combatir contra la creciente polarización social y contra quienes acarician la ilusión de resolver los graves problemas mediante las guerras neocoloniales u otra de mucha mayor envergadura.
P. ¿Cuál es la principal apuesta metodológica de Gramsci?
R. Él desarrolla una visión totalmente diferente de la revolución y de la transformación política y social. Destaca que incluso una gran crisis económica, con condiciones de vida espantosas para las clases populares, no produce mecánicamente la revolución política. Prueba de ello es que la Gran Depresión de 1929 no generó la victoria del anticapitalismo, sino la del fascismo y el nazismo. Otra enseñanza que Gramsci extrae de Hegel es que si bien Marx había hablado en un momento de que el capitalismo se extinguirá, Gramsci critica el mesianismo de ese pensamiento y propone una desmesianización del proyecto comunista.
P. ¿En qué medida influyó el pensamiento gramsciano en el eurocomunismo?
R. El eurocomunismo aprendió de Gramsci a valorar los puntos fuertes de la tradición liberal. Pero, del otro lado, mostró un eurocentrismo compartido con el Occidente liberal. El gran pensador sardo polemizó en su día con el filósofo francés Henry Bergson, quien, a su juicio, identificaba Occidente con la humanidad. Gramsci despreciaba a quienes se unieron a esta celebración chovinista.
P. ¿Cómo se explica que una organización política de la envergadura e importancia del Partido Comunista Italiano se disolviera de la manera en que lo hizo?
R. Hay que contextualizar ese hecho en un ámbito más general y amplio que el meramente italiano. La disolución de la URSS y del campo socialista en Europa oriental hizo creer a los dirigentes de entonces del PCI en el pronóstico de un Occidente liberal según el cual la caída del socialismo soviético abriría una nueva época al progreso social y a la paz mundial. Ahora hemos visto en qué ha quedado aquello, con una crisis social, económica y política sin precedentes en el Occidente liberal, que preludia un nuevo ciclo de guerras, antesala presumible de una conflagración a gran escala.
P. ¿Por qué razón la implosión de la URSS y la desintegración del Pacto de Varsovia no se han visto acompañadas de una desmilitarización de Europa occidental por parte de la OTAN?
R. La desaparición del Pacto de Varsovia fue la ocasión propicia para la irrupción de la llamada revolución conservadora, según la cual, Estados Unidos es la única nación elegida por Dios que tiene “la posibilidad, el derecho y el deber gobernar el mundo”, como subrayó George Bush II. Un teórico neoconservador, de apellido Kagan, dijo la frase de que “Estados Unidos ha de ser el sheriff internacional que debe proteger al mundo de los bandidos y de los ladrones”.
P. Cree usted que los partidos emergentes en el sur
de Europa, como Syriza o Podemos, pueden ser capaces de nivelar los
desequilibrios existentes respecto del norte europeo?
R. Vengo de un país como Italia, que tiene conciencia de ese grave problema, también interior, desde el Risorgimento en el siglo XIX. No soy optimista al respecto de la posibilidad de tal nivelación. Creo que esos partidos han tomado conciencia de esa enorme desigualdad regional, pero no sé si tendrán la fuerza para resolver tan grave problema. Quizá Syriza y Podemos no han comprendido hasta sus últimas consecuencias la fuerza de los círculos políticos y económicos decididos a evitar el verdadero cambio: hay un muy potente bloque internacional y nacional comprometido en asfixiar las transformaciones más necesarias.
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