No se queja, el laburo no falta, pero admite que cuando se aproximan
elecciones tiene que, inclusive, contratar algo de apoyo.
Jamás imaginó
que una precoz novela (apenas había cumplido los 16 años), y el varias
veces galardonado poemario de la juventud, hubieran hecho posible este
trabajo. Los primeros dineros los justificó como si se tratara de una
columna que hace cualquier escritor en un periódico del primer mundo, o
la parte escrita de un spot de televisión de cualquier libretista al
uso. Ahora no, ahora se sabe un profesional que saborea, con no
disimulado placer, algunas instancias, porque eso de escribir discursos a
los políticos tiene su aquel. Pone un ejemplo, a partir de un patrón
básico tipo: “Por eso apelamos a los más nobles valores de la
dignidad y el amor a la patria, a las cosas sencillas de las personas
que habitan este aguerrido país, hay que profundizar en las libertades y
la democracia, vamos a convertir la felicidad en un verbo para que
desde cada hogar lo podamos conjugar con nuestros hijos, con nuestros
mayores, vamos a ganar para demostrar al mundo que acá no se rinde
nadie”, ejecuta los cambios de acuerdo a la naturaleza del que
paga, esto es, si el candidato es progresista se le añade “de los
trabajadores” tras la palabra dignidad, “que nos arrebató la dictadura”
tras la palabra “democracia”, y en el final se suma esta coletilla: “que
bastante nos costó traer un gobierno de progreso”.
Poca gente sabe que esta profesión de hacedor de discursos o
discursero a secas vive hoy una jornada histórica. Dos candidatos acuden
a la televisión a un debate que concita el interés de buena parte del
país, pero un país que ignora que los discursos de ambos los ha hecho
él. Un trabajo meticuloso que le ha granjeado una buena cantidad en
dólares (hoy, por dos), y que ha necesitado incluso la ayuda remunerada
de una sobrina, en el ensayo general que hizo en la casa con la
presencia de algunos miembros de la familia. Más que nada para que
hicieran una valoración objetiva del debate antes de que los actores
protagónicos aprendieran los textos y acudieran al plató del canal a las
20 horas. Lo que sí es un secreto que no saben ni los suyos, es que hay
una plata extra, fruto de una puja en la discreción de un bar escondido
hasta de sí mismo, para que el ganador quedara claro y trepara luego
tres puntos en las encuestas. Con ese monto adicional va a viajar a
Washington, donde se celebrará una especie de congreso mundial de
discurseros para observar las novedades del sector. Una cita a la que no
puede faltar para vivir actualizado y para siempre de este singular
oficio.
diariolajuventud.com.uy/ inSurgente
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