El nacionalcatolicismo y sus cómplices, respuesta de Carlo Frabetti a Vicenç Navarro

El nacionalcatolicismo y sus cómplices, respuesta de Carlo Frabetti a Vicenç NavarroComo se desprende de varios de mis artículos más recientes, uno de ellos titulado precisamente Nacionalcatolicismo, no puedo estar más de acuerdo con la contundente denuncia que de esta españolísima mezcla de fascismo y fundamentalismo cristiano hace Vicenç Navarro en su artículo El persistente nacionalcatolicismo. Doblemente de acuerdo: por los sólidos argumentos esgrimidos y por la oportunidad -o más bien la necesidad- de insistir en una cuestión
extremadamente grave a la que no se presta la debida atención. A pesar de ello (o precisamente por ello), considero conveniente responder a un par de afirmaciones de dicho artículo que, aunque no afectan a la argumentación central, creo que resultan, cuando menos, equívocas.
Para evitar el consabido riesgo de la descontextualización, citaré un párrafo completo del artículo de Navarro que incluye ambas afirmaciones: “Es sorprendente la falta de atención de las izquierdas hacia este punto, situación que podrían haber resuelto si hubiera habido conciencia del problema y voluntad política de resolverlo. El caso de la inviabilidad económica del diario Público es un ejemplo de ello. En contra de lo que constantemente se lee, Público dejó de publicarse en papel porque no tuvo apoyo entre las instituciones progresistas del país. Si los movimientos sociales como los sindicatos y los partidos progresistas lo hubieran apoyado, hoy este diario (el único que existía de izquierdas en el país) continuaría dando una visión de izquierdas en España”.
Las izquierdas -las de verdad- nunca han dejado de prestar atención a ese punto, y siempre han insistido en el laicismo -un laicismo efectivo y no meramente nominal- como requisito indispensable de una democracia digna de ese nombre. Y la falta de atención de las seudoizquierdas parlamentarias, cómplices necesarias de una falsa transición perpetuadora del nacionalcatolicismo, no tiene nada de sorprendente. No solo no ha habido voluntad política de resolver el problema, sino que se ha hecho todo lo posible por encubrirlo.
El diario Público nunca fue ni quiso ser un diario de izquierdas (lo pretendió, pero no lo quiso). Lo puedo afirmar no solo como lector, sino también desde dentro, como colaborador fijo (tenía una columna semanal de divulgación científica). Cuando me ofrecieron la columna, me dijeron que también podría publicar artículos de opinión y de crítica cultural, como venía haciendo en el diario Gara (el único de izquierdas, ese sí, del Estado español) y en diversas publicaciones digitales. Pero en los más de cuatro años que duró Público solo conseguí publicar un par de notas (de medio folio cada una), y ambas acogiéndome al derecho de réplica: una cuando la tres veces impresentable Leire Pajín se declaró heredera de mi programa de televisión La Bola de Cristal, y la otra en respuesta a las injurias contra Iniciativa Internacionalista, candidatura a las europeas de 2009 de la que fui uno de los promotores. Y aunque mi columna El Juego de la Ciencia nunca fue censurada, los comentarios con un vago aroma “antisistema” (tanto los de los lectores como los míos) desaparecían misteriosamente del blog. Por no hablar de la ignominiosa defenestración de Rafael Reig. No, el diario Público no era ni podía ser mucho más de izquierdas que La Sexta, y por las mismas razones. Es decir, no era mucho más de izquierdas que el PSOE. Y, dicho sea de paso, no dejó de publicarse en papel: dejó de publicarse, punto. La actual versión digital que ostenta (o más bien usurpa) la cabecera, no tiene nada que ver con la anterior versión impresa (pero, como se suele decir, esa es otra historia, y bastante sórdida, por cierto).
Lo que hace que el problema del nacionalcatolicismo sea tan extremadamente grave, no son las barbaridades proferidas -y promulgadas- por obispos y ministros fascistas, sino la complicidad -cuando menos por omisión- de los supuestos progresistas.

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