Rechazando todos los compromisos en los que se extravió una parte de su generación, combatió al imperialismo sin descanso, ya fuera japonés, francés o estadounidense
Nadie podía imaginarse el 2 de septiembre de 1945 que aquel hombre
menudo de cuerpo y barba entrecana, llamado por varios nombres, entre
otros Ho Chi Minh —aquel que quedaría tejido indisolublemente en la
historia del mundo— sería uno de los personajes más extraordinarios del
Asia en el siglo XX.
Aquel día de septiembre, desde la Plaza Ba Dinh, en el centro de la
ciudad de Hanoi, al Norte de Vietnam y capital del país, Ho Chi Minh
proclamaba al mundo la creación de la República Democrática de Vietnam.
El tiempo, bastante breve, a partir de ese día, permitiría conocer las
dotes extraordinarias del revolucionario como táctico y estratega. Era
un renovador de su tiempo, ya se sabía; al menos en París, Moscú, China,
y en su propio país, aunque no el alcance de su visión, tenacidad y
poder de aunar a todo un pueblo para una lucha muy grande contra los
fuertes reductos del colonialismo francés, y más tarde contra el
poderoso imperialismo. Pero su visión y capacidad de estratega
asombrarían al mundo.
Hay vistas cinematográficas de la época que dan fe de aquella imagen
de la Plaza Ba Dinh, atestada de gente, escuchando a Ho Chi Minh
proclamar a la República, desde un micrófono, de armazón circular.
Terminaba la Segunda Guerra Mundial. Los aliados habían derrotado a los
nazis, la Francia, metrópoli de muchos países de ultramar, de cierto
modo también era liberada, el General De Gaulle era el Gran Héroe de la
Resistencia.
Ese fue el momento táctico para que el revolucionario Ai Quog, u Ho
Chi Minh, asumiera todo el poder de su liderazgo entre su pueblo y
proclamara la independencia del país, de Norte a Sur. Dicho sea de paso
que Vietnam acababa de sufrir una cruenta contienda frente a los
japoneses, envalentonado como parte central del eje Roma-Berlín-Tokio,
dispuesto a apoderarse del universo.
También Vietnam sufría una espantosa hambruna. Perecían millones de
vietnamitas. Ocupada Francia por Alemania, ni siquiera un ápice de
contribución, como metrópoli interesada en la colonia estratégicamente
ubicada en el Sudeste de Asia, al Sur de China, podía ofrecerle para
aminorar la hambruna.
Así era, a grandes rasgos, la situación de Vietnam cuando Ho Chi
Minh, y sus compañeros del Partido Comunista de Indochina y luego de
Vietnam, fundado por él, proclamó una república soberana e
independiente, dispuesta a ayudar a liberar a sus hermanos de las
colonias de Laos y Cambodia, en su momento más inmediato posible.
No se puede hablar con responsabilidad de la fundación de la
República Democrática de Vietnam —hoy República Socialista de Vietnam—
sin hacer énfasis en la sabiduría política y el conocimiento de la vida
de las colonias que tenía Ho Chi Minh.
En los años más jóvenes, en París, fue uno de los fundadores del
Partido Comunista Francés y en el seno de la organización abogó por la
liberación de las colonias francesas en ultramar, para el asombro de sus
camaradas, aunque muchos lo comprendieron finalmente.
El conocía a ojos vista la situación de las colonias, incluso en
Africa, por sus viajes como pinche de cocina y marinero simple a bordo
de un barco carguero que tocaba esos puertos, entonces tendría veintidós
años. Viviría vejámenes también a bordo de un barco de guerra francés
que fondeaba en la rada de Shameen, en la concesión francesa de Cantón.
Como se ha dicho vivió en París, como periodista y retratista. Fue un
lector insaciable. Entonces era el joven Nguyen Ai Quoc, quien, en
1923, viajó de París a Moscú para asistir el 5º Congreso Internacional
Comunista como delegado del Partido Comunista Francés, que ya se
preocupaba por el movimiento revolucionario en las colonias. De allí
salió a una nueva misión, tomar partido en la revolución China, y atizar
el movimiento revolucionario en su país, Vietnam. Su primer paso fue
fundar la Asociación de Jóvenes Revolucionarios de Vietnam. Más tarde
sufriría prisión y sería dado por muerto en China, pero no lo estaba y
regresó a Vietnam.
Esta somera idea de su quehacer revolucionario está destinada a
sustentar la gran verdad: Ho Chi Minh era un hombre de ideas muy
avanzadas, avaladas por experiencia de lucha y conocimiento de su mundo
en la época que le tocó vivir, desde su más temprana juventud. Era un
hombre de letras, hijo de un maestro y maestro él mismo, que dominaba la
lengua vietnamita, la lengua y escritura china, el francés de la
metrópoli y podía entenderse perfectamente en ruso.
Aún se vivía la alegría de la victoria de los aliados y la metrópoli
—Francia—, como tal, y estimulada por los Estados Unidos se propuso
retomar las colonias. Vietnam la primera. Ya con esto se iniciaba una
guerra impresionante, de aquel pueblo hambreado y apenas armado contra
el ejército colonial apoyado por el victorioso ejército norteamericano.
Esto no sorprendió a Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores, el
luego legendario general Giap, Phan Van Dong, Le Duan y otros. Un
ejército popular de campesinos, en su inmensa mayoría, debía hacerle
frente al poderío de las fuerzas de reconquista. Y así fue. La lucha se
expandió por el Norte y Sur de Vietnam, pero sería en Dien Bien Phu
donde las fuerzas coloniales mejor preparadas para la época sufrieron,
en 1954, el descalabro total. Los vietnamitas llegaron a entrar al
despacho del general francés que los dirigía y tomarlo preso.
Parecería que a partir de esa colosal victoria Vietnam podría
desarrollarse y vivir en paz como una sola familia, según había sido
siempre, de Norte a Sur. Mas, las alianzas no terminadas, en este
sentido y época, entre Estados Unidos y Francia, apoyadas por un grupo
enriquecido de traidores vietnamitas forzaron a cambiar las cosas.
En virtud de los acuerdos del fin de la guerra y con ella el fin del
colonialismo francés en Vietnam, las tropas de la metrópoli debían
reunirse al Sur del Paralelo 17 para salir hacia su país. Había un
tiempo estipulado para el movimiento de dichas tropas, y nada perezosos
los norteamericanos apoyaron al gobierno «provisional» sudvietnamita,
con armas y dinero a chorros para que se hicieran fuertes y quedara
dividido Vietnam.
Al Norte, la República Democrática de Vietnam, con su capital en
Hanoi. Al Sur la República de Vietnam del Sur, con su capital en Saigón.
La maniobra no resultó fácil, pero el poder era inmenso frente al Norte
que luchaba aún contra el hambre y tenazmente a favor de la preparación
de un ejército que pudiera hacer frente a cualquier amenazaba. Y sumado
a esto los ideales de Ho Chi Minh y la vanguardia del Partido Comunista
de Vietnam: educación para el pueblo, mejoras de todo tipo —las
posibles— unidad del pueblo, no importaban las asociaciones religiosas
ni las etnias montañesas; fortalecimiento de las instituciones
administrativas y desarrollo de la incipiente industria, comenzando por
la energía —el carbón— y los puertos, entre otras premisas básicas.
Paralelamente Ho Chi Minh y el Partido Comunista en la RDV tomaron en
sus manos esas ideas por las cuales habían luchado. No tardarían en
saber que gente revolucionaria del Sur se organizaba en guerrillas.
Estos revolucionarios fueron apoyados, Ho Chi Minh en persona recibió a
una mujer, Nguyen Thi Dinh, de la zona de Bentré, y se estableció un
puente que se desarrollaría vertiginosamente y por caminos impensados
por el enemigo, un real camino, el famoso y nunca conocido por el
enemigo «Camino Ho Chi Minh», que atravesaba ríos, montañas, selvas al
parecer impenetrables.
La guerra de liberación del Sur ya era un hecho. La divisa de Ho Chi
Minh: la misma desde el inicio: Un solo Vietnam. Artificialmente
dividido, Vietnam debía reunificarse.
Fue la guerra más genocida, conocida en el siglo XX, de una potencia
contra un pequeño país. De un ejército sofisticado, compuesto por
fuerzas aéreas, marítimas, terrestres, armas químicas, bombas de
fragmentación, agente naranja, fósforo vivo, napalm y hasta una cortina
electrónica que fue burlada rápida e ingeniosamente por los vietnamitas,
se emplearon por más de diez años contra Vietnam del Sur, y contra la
República Democrática de Vietnam, el ensañamiento fue aéreo. Un resumen
mesurado de las víctimas vietnamitas sería de dos millones.
En cuanto a las fuerzas norteamericanas, tantos miles que
estremecieron al imperio. «El síndrome de Vietnam», «inspiró» los filmes
de la cinematografía. La guerra en Vietnam produjo las imágenes más
brutales que hasta entonces pudieran verse en una guerra tan desigual.
Contra bombardeos indiscriminados, los vietnamitas usaron elementos que
incluían trampas de bambú en la selva, que aterrorizaban a los bien
pertrechados soldados estadounidenses, o domesticaban avispas —no es un
chiste— es real. A esto Ho Chi Minh lo llamó táctica y estratégicamente
hablando: La guerra de todo el pueblo por la salvación nacional, la
libertad, la soberanía y la reunificación. De ahí salió una doctrina
militar.
La República Democrática de Vietnam, fundada el 2 de septiembre de
1945, se haría no sólo una realidad teórica sino firme e indestructible.
Un buen día, el 30 de septiembre de 1975, hace 30 años, los televisores
del mundo vieron un espectáculo sin precedentes: las tropas elites de
Estados Unidos corrían despavoridas por las azoteas y cuanto sitio
pudiera posarse un helicóptero para agarrarse de sus patines, o de
cualquier parte, y huir de Vietnam.
Fue una estampida, no hubo orden posible en la retirada, aunque los
vietnamitas, desde años antes, habían abierto una oficina en París y se
establecieron conversaciones diplomáticas formales entre el Gobierno de
Estados Unidos y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur,
reconocido como entidad política con todas las prerrogativas de un
Gobierno.
Las conversaciones eran presididas por la conocida «Madame Thi Binh»,
de los cables de prensa, su nombre Nguyen Thi Binh, nombre parecido a
la campesina que se alzó en Bentré, Nguyen Thi Dinh y que llegó a ser
vicecomandante en Jefe del FNL.
Hay que dejar constancia que este procedimiento revolucionario, cuyo
artífice había sido Ho Chi Minh, fue capaz de levantar un movimiento
solidario en todo el mundo. Cuba fue el primer país del mundo en
reconocer al FNL de Vietnam del Sur, y fundar el primer Comité de
Solidaridad con Vietnam del Sur, que luego se extendería a Laos y
Cambodia.
Las fuerzas más progresistas de intelectuales, artistas, científicos y
profesores del mundo, se nuclearon en un Tribunal Internacional
impulsado por el Premio Nobel Bertrand Russell que sesionó en Estocolmo,
Dinamarca, París y otras ciudades. Hombres y mujeres de buena voluntad
de Estados Unidos, incluidos —ya se ha mencionado— soldados que lucharon
en Vietnam, se convirtieron en un factor importante de la solidaridad
en favor de ese pequeño pueblo brutalmente agredido por la potencia más
grande del mundo.
Aquel hombre que el 2 de septiembre de 1945 proclamó la República de
Vietnam, ya había muerto (3 de septiembre de 1969) y no vio la victoria
colosal de su pueblo, pero el Testamento Político que dejó, escrito poco
antes de su fallecimiento, fue un mandato: Vietnam será libre,
independiente y soberano, el enemigo será derrotado, y el pueblo
vietnamita construirá un Vietnam diez veces más hermoso. Deberá estar
unido.
Tan seguro estaba del triunfo que escribió en su testamento: «Nuestro
país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través
de la lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos —el
francés y el norteamericano— y ha hecho una digna contribución al
movimiento de liberación nacional».
Y como última voluntad proclamó: «Mi último deseo es que todo nuestro
Partido y pueblo, unidos estrechamente en la lucha, construyan un
Vietnam pacífico, unificado, independiente, democrático y próspero, y
hagan una valiosa contribución a la Revolución mundial» (Hanoi, 10 de
mayo de 1969).
Granma / Red Voltaire
Comentarios
Publicar un comentario