El cronista–relator ingresa en el primer vagón del metro de la parada
Wagram de la línea 3 de París, siempre a las nueve en punto de la
mañana. Abre un libro de relatos históricos que se acercan con
escalofrío a lo que Unamuno llamaba la intrahistoria, esto es, la
historia que no salió jamás en los diarios, y fue relegándose, por no
escrita, apenas en la memoria olvidadiza de los pueblos. Lee con
contundencia porque sabe que es la única forma que los pasajeros le
presten atención pero, por las dudas, siempre ejercita un prólogo.
“Buenos días pueblo de París y turistas. Van a escuchar un pedazo de la
historia que desconocen. Al final voy a pedirles una contribución porque
sé que ustedes no tienen tiempo para la lectura, porque el estrés
familiar y laboral, el celular y la televisión les hacen imposible la
lectura. De acuerdo, yo lo hago por ustedes pero con un coste, escaso
sí, pero a la postre esto es capitalismo y todo tiene un precio, ¿qué
cuánto? lo que ustedes decidan que vale lo que hoy les traigo”. La gente
que no vio en otras oportunidades se queda pasmada, los japoneses sacan
ipods y cámaras sin entender nada, y se hace silencio. “Ustedes se han
fotografiado ante la Torre Eiffel, en el Louvre, en Montmartre en
Montparnasse, en el Barrio Latino y en Sacre Coeur… porque las guías
turísticas les han indicado los sitios más conocidos. Sin embargo,
quiero decirles, parisinos y turistas, que hay un lugar a donde no han
ido ni irán que es el Cementerio de Pere-Lachaise. Ahí están enterrados
Chopin, Bizet, Modigliani, Edith Piaf, Balzac, Proust, Óscar Wilde y
hasta Jim Morrison el cantante de The Doors. Quiero decirles que en
el amanecer del 21 de mayo del año 1871 fueron allí fusiladas, contra
el Muro de Fédérés, las 147 personas más valientes que ha dado esta
ciudad. Hablo de los protagonistas de la Comuna de París, hombres y
mujeres que resistieron hasta el final el hostigamiento de un gobierno
que no podía permitir que triunfara ese ejemplo de construir un mundo
mejor. Compusieron el primer gobierno revolucionario anarco-comunista de
la historia, un gobierno donde se hicieron decretos (y cito a la propia
Wikipedia, -esta palabra sí les sonará-) como la autogestión de las
fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los
hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las
iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores
sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los
intereses de las deudas. Un lujo, ¿eh? ¡ Y en 1871! Ese paredón del
cementerio, que no van a ir a fotografiar, es patrimonio imborrable para
millones de personas que no se conforman con que la injusticia habite
sus cotidianidades. Por eso vengo a contárselo. Ya termino, pido una
moneda para volver mañana con otro relato que ustedes llamarán
extremista o revolucionario, y yo apenas relatos contra la desmemoria y
la dignidad”.
Fuente:
http://www.diariolajuventud.com.uy
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