Al progresismo se le acaban las coartadas. Jorge López Ave

Durante años, los que defendimos la opción ideológica que representan los países del ALBA en su camino al socialismo del siglo XXI, fuimos reprendidos por los apóstatas del llamado progresismo. Nos anteponían a los radicalismos “bolivarianos-castristas”, el pragmatismo moderado, consensuador y de buen tono que representaban los Bachelet, Lugo, Humala,
Mujica y, sobre todo, Lula. La metamorfosis del PT brasileño y sus líderes, pasando del marxismo al capitalismo con rostro humano, han tenido  encantados a los que se denominan de “izquierdas” para no serlo, y era argumento poderoso para los que las palabras revolución y socialismo les produce alergia. Lula y su partido representaban todas las bondades: sacó –decían- a millones de la pobreza, alimentó el consumo para que la maquinaria del sistema anduviera, fomentó las clases medias para que un poderoso colchón social impidiera agitaciones sociales, atrajo inversiones de las multinacionales que –obviamente- ponían sus propias leyes laborales, miró para otro lado en la destrucción del Amazonas para consolidar la idea de ser un capitán de los países emergentes... Todo bien, tal y como ordena el manual, y de repente, millones en las calles indignados con el régimen. Pero… ¿qué es esto? se dijeron. Un batacazo, sin duda, similar en dimensiones al del derrumbe de la socialdemocracia escandinava.

Una vez superado el estupor de ver a tanta gente manifestándose contra la buena de Dilma y sus políticas del somos el menos malo, la única izquierda posible, etc, acudieron al manido argumento de que era la derecha y la burguesía que, insaciable, pedía más y más, que habían sabido utilizar la subida del transporte para sacar a los suyos a las calles. Pero cuando vieron las riadas de gente bajando de las favelas con banderas del Che y pancartas con indiscutibles eslóganes clasistas y reivindicativos, tuvieron que cambiar el discurso. Lo cierto y verdad es que el modelo se les desplomó en sus narices, y que el gigante tenía los pies de barro, tanto, que las encuestas otorgan al PT una caída de casi 30 puntos en unas pocas semanas, ¿Quién lo diría, no? Lo que la corrupción no había conseguido, las movilizaciones, sí. Lo aliados del PT con nombre “comunista” siguen reunidos (desde hace días y sin descanso) para interpretar qué es lo que pasa, hacerse la autocrítica y, de paso y al mismo precio, la de sus aliados. Su alejamiento de las masas y los trabajadores ha resultado más que una evidencia: no convocaron porque tienen a muchos cuadros diseminados en los repartos de la administración, se les sabe felices con el estado de las cosas, no estuvieron porque no conocían a los manifestantes ni sus problemas, no están, no se les espera. El dilema viene de lejos, ¿reforma o revolución?, a los que piensan y actúan pensando que si se avanza con reformas dentro del capitalismo, se conseguirán cambios sustanciales sin traumas ni dolores, ya no les quedan mitos ni argumentos. En Brasil, tampoco.

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