Iroel Sánchez
Lo primero que hicieron los protagonistas del golpe de estado contra Hugo Chávez en abril de 2002, al apoderarse del Palacio de Miraflores, fue retirar los cuadros de Simón Bolívar
de ese lugar. En el decreto de los golpistas el segundo artículo -el
primero designaba presidente a Pedro Carmona- estaba dedicado a dejar de
llamar “bolivariana” a la República de Venezuela.
Entre los exaltados de aquel momento estuvo el ahora candidato presidencial frente al chavista Nicolás Maduro, Henrique Capriles, quien participó entonces del asedio a la embajada de Cuba y cuyo partido, Primero Justicia, formó parte del efímero gobierno surgido del golpe....
A pesar de ello y tal vez tratando de de
robar para sí el rescate del bolivarianismo realizado por Chávez desde
el 4 de febrero de 1992, la oposición antichavista ha escogido el nombre
de Simón Bolívar para su comando de campaña. Ahora, colocan sus
actividades proselitistas con el signo que Hugo Chávez dio a su
movimiento político insurreccional -Movimiento Bolivariano 200- y luego
convirtió -desde el poder- en bandera de su programa de transformación
del país y símbolo de su arrolladora estrategia de integración
latinoamericana.
Insólitamente, bajo el nombre de Bolívar,
Capriles prometió primero retirar los médicos cubanos que dan servicio a
los pobres de Venezuela y contratar galenos norteamericanos para luego
cambiar y decir que los invita a “nacionalizarse”, también dijo que de
ser presidente su país va a retirarse de proyectos integracionistas como
el ALBA y PetroCaribe.
Como si los humildes de Venezuela no supieran que cuando no existían
ALBA y PetroCaribe jamás tuvieron atención médica y estaban hundidos en
la pobreza mientras las rentas del petróleo enriquecían a unos pocos.
Decir que se “regala”
el petróleo venezolano porque se utiliza para financiar programas
sociales en colaboración con Cuba o para importar alimentos que se
venden en los mercados populares a precios al alcance de los sectores
más necesitados, sólo puede convencer a quienes antes se llevaban el
resultado de la riqueza petrolera a los bancos norteamericanos o lo
gastaban en viajes de compras a Miami.
Pero aún contando Capriles con las simpatías de Washington y el apoyo de los medios de comunicación privados, que superan ampliamente en alcance y cantidad los que posee el chavismo, todas las encuestas
dan como amplio ganador al candidato del comando Hugo Chávez, Nicolás
Maduro. De esto se han hecho eco hasta medios de conocida militancia
antichavista como el diario español El País, que
reconoce que “frente a estos datos duros que alimentan la desilusión,
la esperanza de la oposición está en un deslave de indecisos y
convertibles a última hora, más erosionables que nunca del voto
oficialista por la ausencia de Chávez”.
Aunque siempre hay quien intenta convertir “la esperanza” en números, y en Miami El Nuevo Herald -tal
vez el medio de comunicación más antibolivariano del planeta- se hace
eco de un estudio “divulgado por la campaña de Capriles” que daría a
este una ventaja de 5% sobre Nicolás Maduro.
Pero el futuro de Venezuela ya no se
decide en Madrid -el lugar en que encargaron los golpistas del 2002 la
banda presidencial de su efímero gobernante- ni en Miami -a donde han
ido a parar no pocos partidarios de la Venezuela anterior al chavismo.
Hay que ganar allí, donde las mayorías se reencontraron con el legado de
Bolívar gracias a las palabras y los hechos de Hugo Chávez, tan odiado
por Capriles, El País y El Nuevo Herald. (Publicado en CubAhora)
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