El tan anhelado Estado de Bienestar
Un artículo de Jorge López Ave.
Desde
hace algún tiempo, y de un modo acentuado en los últimos días, el
cuarteto (PSOE/IU/CCOO/UGT) menta de un modo más que reiterativo la
necesidad de volver al “Estado de bienestar” o, en su fase previa, hacen
un llamado a estar vigilantes ante el desmantelamiento que el PP (el
PSOE cuando gobernó por lo visto no lo tocó) está haciendo del “Estado
de bienestar”. Se abrazan al concepto cual paraíso perdido o en vías de
extinción, y esto obliga a reflexionar sobre qué es el dichoso “Estado
de bienestar”, para que esas cuatro organizaciones de corte reformista
vuelquen en su defensa toda su táctica y estrategia.
Aunque
el concepto venía de antes, es a partir de 1945 donde los países
capitalistas europeos, de la mano de los EE.UU, acuñan el término para
describir la nueva necesidad de parar el socialismo que surgía en el
este con dádivas de contención. Los nuevos administradores del sistema
fueron sabedores que había que frenar cualquier movimiento
revolucionario, y que para ello se tenían que ofrecer ciertos servicios y
garantías sociales que apagaran las humeantes mechas. Su objetivo era
salvar el sistema socio-económico capitalista cubriendo algunos
servicios básicos de sus ciudadanos para evitar malestares sociales y
posibles revueltas. Así lo han confesado ellos mismos con el paso de los
años.
Por
eso, que el cuarteto apele una y otra vez al “Estado de bienestar”
sirve para ubicarlos a la perfección en el espacio ideológico que
ocupan, y en el tipo de sociedad y de sistema que quieren preservar. Ni
oír quieren de algo alternativo porque su objetivo y razón de ser es la
lucha por un capitalismo con rostro humano, donde la suma de reforma
tras reforma consiga dar cierto bienestar a los trabajadores pero, eso
sí, sin tocar la propiedad de los medios de producción para que no haya
enojos con la burguesía, que la “paz social” está por encima de todo y
el enfrentamiento de clase es una antigüedad. En pocas palabras, dan por
hecho que el capitalismo es intocable, que el imperialismo (más que
necesario en su anhelado “Estado de bienestar” para mantener el expolio
de materias primas del tercer mundo) no se debe ni cuestionar.
Es
evidente que cada organización hace a la sociedad la propuesta
ideológica que tiene a bien, pero lo que ya resulta inadmisible por su
ofensa a la inteligencia, es que partidos, coaliciones o sindicatos que
no quieren eliminar el capitalismo como sistema económico sigan
llamándose de “izquierdas” o “de clase”.
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