EFEMÉRIDES DEL MES de AGOSTO.
Memoria de la transición española.
Los sucesos de Monforte de Lemos (Lugo) han tenido un trágico desenlace con el fallecimiento de Emilio Fernández Castro, soltero, de 36 años, que falleció el domingo en el Hospital General de Galicia, en Santiago, después de resultar herido, al parecer, durante los enfrentamientos registrados en la madrugada del día 15 entre algunas docenas de jóvenes que asistían a una verbena de las fiestas patronales y la Policía Nacional. Varias personas resultaron heridas y diez policías contusionados en el transcurso de los hechos.
Acerca de las causas inmediatas de su muerte existen versiones diferentes que coinciden en el único punto de que Emilio Fernández estuvo presente en el lugar de los incidentes. Según algunos testigos que ha podido consultar EL PAÍS en Monforte, fue golpeado por policías nacionales, a pesar de que no había tenido intervención significada en los enfrentamientos. Esta versión fue ratificada también por la madre de la víctima, quien aseguró que su cuerpo presentaba fuertes hematomas en la espalda y brazos y señales de algunos golpes en la cabeza. Por el contrario, el alcalde monfortino, Celestino Torres, informó también a este periódico que hay testigos de solvencia que afirman haber visto a Emilio dirigirse tranquilamente a su domicilio, después de que sucediera todo, sin señales aparentes de haber sufrido daño alguno, y que el mismo manifestó no haber recibido golpes. Según esta hipótesis, que defienden sobre todo medios cercanos a la UCD de la localidad, podría haber fallecido víctima de un ataque cardiaco, derivado tal vez de la Válvula artificial que asistía a su corazón, el cual habría ocasionado la ruptura de un vaso sanguíneo en la cabeza. Esta opinión aparece igualmente sustentada por el neurocirujano que atendió al herido en los primeros momentos, el doctor Reyes Oliveros, según informó a EL PAÍS el alcalde de Monforte.
Mientras tanto, en la citada localidad lucense ha subido la tensión derivada de los sucesos del día 14. Un concejal del Bloque Nacional Popular Galego, el conocido escritor galleguista Manuel María Fernández Teixeiro, está siendo objeto de constantes amenazas anónimas, que le anuncian posibles atentados contra la librería Xistral, de la que es propietario en la localidad, contra él o su familia. Algunos sectores de la villa llegaron a pensar, según el director de la emisora local, Radio Monforte, en la recogida de firmas exigiendo la expulsión de Manuel María de Monforte de Lemos.
Por otra parte, familiares de los detenidos, a raíz de los sucesos, y los concejales Manuel María Fernández (BNPG) y Antonio Arias (Unidade Galega), visitaron el Gobierno Civil de Lugo para informar directamente de los hechos, protestar contra la actuación de la fuerza pública, de la que hacen responsable al alcalde, y solicitar permiso oficial para que pueda celebrarse una manifestación de repulsa. Paralelamente, cuatro concejales y algunos vecinos han pedido la celebración de un pleno extraordinario para que se inicie un proceso de clarificación de los hechos y conducta para el correspondiente establecimiento de responsabilidades.
Por el momento, el Bloque ratifica su petición de que dimitan el alcalde y los dos primeros tenientes de alcalde, Acacio Saco (CD) y Rogelio Salgado (UCD).
EL CONTESTO HISTÓRICO DE LOS HECHOS, LA TRANSICIÓN Y LA REPRESIÓN POLÍTICA
Memoria de la transición española.
Lecturas
contra el olvido Julio VI
Lecturas
contra el olvido VIII
Fue
un jueves- 02 de agosto 1979-
Anglet
(Francia).
Dos refugiados vascos son ametrallados por un comando parapolicial.
Muere Juan
José Lopetegi Carrasco,
y resulta gravemente herido Ángel Iturbe Abasolo. Reivindica el
atentado el Batallón Vasco Español.
Era
un viernes- 13 de agosto 1976 – Almería. Muere
por disparos de la Guardia Civil,
Francisco Javier Verdejo Lucas,
estudiante de 19 años, mientras hace una pintada: "Pan, trabajo
y libertad" solo llegó a escribir: “Pan,
T...”.
Fue
un martes -14 de agosto 1979 - Monforte de Lemos (Lugo). Fallece
tras ser apaleado por varios policías nacionales,
Emilio Fernández Castro,
de 36 años, durante los incidentes que se producen en esta localidad
en medio de las fiestas patronales.
Era
un jueves - 28 de agosto 1980 – Irún (Guipúzcoa). Es
asesinado, Jesús
María Etxeveste Toledo,
simpatizante de la izquierda nacionalista vasca. Reivindica el
atentado el Batallón Vasco Español.
Fue
un - 31 de agosto 1979 - Arganda del Rey
(Madrid).
Un
grupo de jóvenes conocidos por su militancia en Falange Española,
asesina a José
Prudencio García Sánchez Soler,
de 44 años, para quitarle el coche, un Renault 5, durante las
fiestas patronales del pueblo.
**********************************************
“Mucha
gente dice que hay que pasar página, y yo digo, sí, pero después
de haberla leído. No es posible que después de 40 años de
dictadura arranquemos esa página de la historia para que se la lleve
el viento del olvido.” Marcos
Ana.
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LOS
HECHOS
Francisco
Javier Verdejo Lucas
El
13 de agosto, se cumplirán 36 años del asesinato del joven
almeriense Francisco Javier Verdejo Lucas, las organizaciones; Nación
Andaluza, Juventud Independentista Revolucionaria Andaluza (JIRA),
Almerienses por la Memoria y Asociación por la memoria histórica
del Partido del Trabajo - Joven Guardia Roja, queremos hacer un
humilde homenaje, recordarlo y reivindicar su figura. Hace 36 años
intentó escribir en un muro del callejón de San Miguel, — hoy
desaparecido — las palabras Pan, Trabajo y Libertad, siendo abatido
por las balas de la guardia civil.
Javier
era un joven almeriense de 19 años, estudiante de Biológicas en
Granada, delegado de curso y miembro fundador de la Asociación
Democrática de la Juventud de Granada. En el ámbito político,
pertenecía a la organización juvenil Joven Guardia Roja, ligada al
Partido del Trabajo, una organización comunista que llegó a tener
peso e influencia entre la clase trabajadora durante la década de
los 70.
Esa
noche se formaron dos piquetes para realizar pintadas con el lema:
“Pan, Trabajo y Libertad”. Al grupo en el que iba Javier con tres
compañeros más, le tocó pintar cerca de la playa y fue
concretamente aquí en el desaparecido Balneario de San Miguel, donde
sobre una pared, Javier se dispuso a escribir el lema. Sólo pudo
escribir la palabra Pan, T…
(El diario El País dice que escribió “Part...”, que quiso
escribir Partido del Trabajo, ¡hombre!, cualquiera que tuvieses un
mínimo conocimiento de la lucha clandestina no empezaba nunca por la
firma en una pintada porque muchas veces ni se firmaban, pido un poco
de sentido común a los reporteros)
ya
que unas linternas a sus espaldas, le advirtieron de la presencia de
la guardia civil. Javier trató de huir camino de la playa, mientras
que sus tres compañeros lo hacían en sentido contrario. Javier fue
abatido por un disparo mortal cayendo en la arena de la playa.
El
disparo fue efectuado de frente por un guardia civil que le cerró la
huida a una distancia de seis metros. Le entró por la garganta y
salió por el hueso occipital. La versión de la Dirección General
de la Guardia Civil sobre lo ocurrido fue grotesca y para reírse si
no fuera por la gravedad de los hechos. Decía textualmente así:
“Sobre
las 24 horas del día 13, una pareja de la guardia civil sorprendió
a cuatro individuos que al observar su presencia salieron corriendo.
Ante esta actitud sospechosa, la pareja les persiguió y dio
repetidas veces la voz de alto. Durante la persecución uno de los
guardias tropezó y el arma, un Z-62, se le disparó causando la
muerte de uno de los que huían que resultó ser el joven de 19 años,
Javier Verdejo Lucas. Posteriormente se comprobó la existencia de
unas pintadas en el punto en que se inició la huida y en poder del
fallecido espray de idénticas características de los letreros”.
Increíble
versión que fue corroborada por el Gobierno Español. Y no solo eso,
se permitieron la desvergüenza de amenazar a todo el que no
admitieran esa versión, podemos leer en Wikipedia lo siguiente:
“El
que entonces era Gobernador Civil de Almería, Roberto García-Calvo
(posteriormente
fue juez exponente de la corriente más conservadora del Tribunal
Constitucional),
fue duramente criticado por la gestión del asunto. Un joven de
izquierdas caído a manos de la Guardia Civil mientras pedía pan,
trabajo y libertad en el contexto de máxima tensión política y
social de la Transición Española era un tema demasiado incomodo.
Las autoridades estaban nerviosas ante los actos de protesta de los
movimientos de izquierda y antifranquistas, y García-Calvo se
encargó de contener las expresiones de rechazo a la versión oficial
incluso poniéndose en contacto con los dirigentes de la izquierda
Andaluza:
"Advirtiéndoles
del riesgo que supondría acusar a un guardia civil sin pruebas".
El
objetivo de Gracia-Calvo era impedir que Javier Verdejo se
convirtiera en un símbolo”.
Además
hubo indicios de lo ocurrido esa noche que no estaban muy claros como
fue la aparición de restos de sangre en el suelo, pared y techo de
una caseta de baño. Se tomaron muestras de sangre y se mandaron a
analizar. Sin embargo nunca se supo el resultado del análisis y las
diligencias terminaron archivándose por falta de pruebas.
Del
guardia civil que disparó, poco más se supo, por supuesto que no se
hicieron públicas ni sus iniciales, nadie fue juzgado ni condenado
por lo ocurrido. Un dato a tener en cuenta y que nos debe de hacer
reflexionar sobre el engaño y timo que ha sido la mal llamada
transición democrática, es que en esos momentos, el Gobernador
Civil de Almería era Roberto García Calvo, encubridor de lo
ocurrido aquella noche, y que con el tiempo y por arte de magia,
reconvertido en demócrata, llegó a ser hasta hace poco años, juez
del Tribunal Constitucional. Y el Ministro del Interior era nada más
y nada menos que el ínclito Martín Villa (Otra
vez el mismo).
Experto
en reprimir manifestaciones obreras y estudiantiles con especial
dureza e implicado, sino promotor de casos oscuros como el atentado
contra la Scala de Barcelona para desprestigiar e impedir el
importante avance que manifestaba la CNT o el intento de asesinato de
Antonio Cubillo, líder independentista canario. También era
ministro de relaciones sindicales cuando los sucesos de Vitoria donde
fueron asesinados cinco obreros, o el asesinato de Germán Rodríguez.
Después de dejar los cargos políticos ha sido premiado participando
y dirigiendo múltiples empresas, entre ellas Endesa y en la
actualidad es presidente millonario de Sogecable. Sólo hace unos
días, unos compañeros de Granada, ante una visita de este personaje
a la ciudad, fueron multados por el Subdelegado del Gobierno del
PSOE, por recordarle al “elemento” su “brillante historial”.
Reconocimiento,
compensaciones y hasta se permiten dar lecciones de democracia los
que colaboraron y fueron participes del franquismo y por el contrario
se ignora y se silencia a los que de verdad dieron su vida por la
democracia, la justicia y la libertad. Por eso este acto de homenaje
a Javier no puede ir separado de un rechazo contundente y claro de
todas las componendas que trajo la transición y de las vergonzante
claudicación de buena parte de la izquierda españolista.
Inmediatamente
conocida la muerte de Javier, la respuesta popular en Almería no se
hizo esperar. El funeral se celebró el día 14 en la iglesia de San
Pedro, y tanto el templo como los alrededores estaban abarrotados de
almerienses que querían protestar por lo ocurrido y solidarizarse
con Javier. Al terminar el funeral la masa de gente impidió que el
féretro fuese introducido en el coche y fue llevado a hombros por
las principales calles de Almería entre lágrimas de dolor, puños
en alto y rabia contenida.
El
entierro de Javier Verdejo fue impresionante, una demostración
popular de rabia e indignación. Miles de jóvenes se concentraron en
la Plaza de San Pedro exigiendo justicia por el asesinato del joven.
Hubo innumerables muestras de dolor a lo largo y ancho de Andalucía,
como la de Rafael Alberti, la del cantaor almeriense José Sorroche,
la del grupo de sevillanas de Morón Gente del Pueblo, que le
dedicarían una emocionante canción y las acuarelas de Jorge
Castillo. En Granada, Juan de Loxa escribió los conmovedores versos:
"Pan
y Trabajo,
siempre
se escapa el tiro pá los de abajo,
que
mala pata no les hubiese salido,
el
tiro por la culata".
El
día 15, en el Paseo de Almería, a las 21:00h y a pesar de no estar
autorizada, se celebró una manifestación encabezada con una
pancarta con los colores de la bandera andaluza, en la que más de
dos mil personas gritaron consignas del tipo “Javier hermano,
nosotros no olvidamos” o “el pueblo unido jamás será vencido”.
La manifestación fue disuelta por la policía que practicó diez
detenciones. Así mismo el 18 de agosto se convocó una jornada de
lucha consistente en paros generalizados, boicot a mercados y
autobuses y concentraciones que también acabaron con varias
detenciones. Los actos de protesta también se extendieron al resto
de Andalucía así como a múltiples lugares del estado español. Al
año siguiente se realizó en el actual Estadio de la Juventud un
homenaje al que acudieron más de cuatro mil personas.
Pero
aquí se acabó. Desde entonces la figura de Javier ha sufrido el más
vergonzoso de los silencios y las marginaciones tanto de los
movimientos sociales almerienses y organizaciones políticas como de
las instituciones.
Y
como no estamos dispuestos a ello, desde hace tres años, este es el
cuarto, no queremos dejar de recordar a Javier. Tenemos que reconocer
y agradecer la generosidad y el compromiso de aquellas personas que
han luchado y que luchan por cambiar este sistema injusto y que han
sido víctimas de él. Por desgracia el silencio que ha pesado sobre
Javier no es privativo de este caso. Es una consigna que fue pactada
entre las fuerzas franquistas y las organizaciones mayoritarias de la
entonces llamada “oposición democrática”. Por ello decenas de
asesinados y asesinadas durante esos años 70 y 80 por parte de las
fuerzas de orden público y por las bandas fascistas, han permanecido
y permanecen en el silencio y el olvido interesado.
Y
en Almería no fue solo Javier el único caído. No podemos dejar de
olvidar a Juan
Mañas, Luis Montero y Luis Cobo,
salvajemente asesinados y torturados en el llamado Caso Almería. O a
María
Asensio Morales,
muerta en Huércal Overa (Almería -1981) cuando participaba en una
manifestación pidiendo agua.
Todos
estos asesinatos forman parte de nuestra historia más reciente y sin
embargo pareciera que o no han ocurrido o que fue hace muchísimos
años. Debemos de tratar de cambiar esa sensación, debemos de llevar
estos recuerdos a la calle, debemos hacer un ejercicio diario de
memoria y de pedagogía y sobre todo con la juventud. Esa transición
modélica no existió. La realidad fue muy distinta. Los franquistas
que ostentaban el poder político y económico y los sectores más
dinámicos del capital propiciaron un cambio de fachada para que bajo
un disfraz democrático, se asegurara el mantenimiento de la
explotación capitalista así como la inviolable unidad de la patria.
Una parte importante de la oposición de izquierdas renunció a una
verdadera ruptura democrática y se embarcó en un triste proceso de
pactos vergonzantes y oscuros cambalaches, realizados a espaldas de
la clase trabajadora y de una parte de sus propias bases, para a
cambio poder entrar en el reparto del pastel que se estaba cocinando.
Apoyaron pactos sociales y permitieron reformas laborales que nos han
llevado hasta hoy en día a unas condiciones laborales cada vez más
a la baja. Acataron entusiastas el régimen monárquico y se
olvidaron del derecho de autodeterminación de los pueblos que
conforman el estado español. Y lógicamente existía un acuerdo
tácito de que nadie pediría explicaciones por lo ocurrido durante
el franquismo y la transición.
El
pasado año se han producido datos que confirman todo lo que estamos
denunciando. El 13 de julio de 2011 en el Congreso de los Diputados,
se aprueba una ley “integral” sobre víctimas del terrorismo, que
excluye expresamente a las causadas por el terrorismo de estado, la
violencia policial y las organizaciones de extrema derecha. El 18 de
julio, el señor Bono, hijo de falangista y Presidente del Congreso
Español, se niega a condenar el alzamiento fascista de 1936, a sus
responsables y las consecuencias genocidas del mismo. Y sólo un día
después, la clase política vuelve a dar la espalda a las cientos de
miles de víctimas, al no aprobar una propuesta del BNG que pretendía
modificar la ley de amnistía de 1977, (en la práctica una ley de
punto final) y que el Alto Comisionado por los Derechos Humanos de la
ONU, le recuerda cada cuatro años al gobierno de turno que esa Ley
va en contra de los derechos del hombre firmados por España.
Por
último queremos terminar expresando bien claro que la memoria de los
y las luchadoras antifascistas asesinadas, no pueden caer en el
olvido, ya que luchaban de verdad y por ello murieron, por defender
una auténtica libertad y como en el caso de Javier, por creer en una
sociedad sin opresores ni oprimidos y por ello queremos rendirle el
homenaje que se merece. Y aunque este sea un modesto acto, sin duda
que el mejor homenaje que se le puede hacer es el de rescatar su
memoria y hacer que las mismas banderas de lucha que levantaron
Javier y otras víctimas, vuelvan a ondear en nuestras manos. Sólo
de este modo, el sacrificio de quienes regaron con sangre el camino
de la libertad, no habrá sido estéril.
¡JAVIER,
HERMANO, NOSOTROS NO OLVIDAMOS!
Pintada
en una pared del barrio del Zapillo (Almería)
FUENTES
Nación
Andaluza
Juventud
Independentista Revolucionaria Andaluza (JIRA)
Almerienses
por la Memoria
Asociación
por la memoria histórica del Partido del Trabajo de España (PTE)
Joven
Guardia
El
País
APUNTES
Vivir
en este país se me antoja cada vez más, una pesadilla. Me detengo
unos minutos para reflexionar sobre las historias que nos han
ocurrido y si no fuera por la gravedad de los
hechos, sería para partirse de risa. Ocurre que cuando lo estás viviendo no te das cuenta de lo esperpéntico que resulta. Esto me ocurre con el siguiente caso que rememoro, el suceso ocurre en el pueblo Monforte de Lemos (Lugo), las fiestas patronales duran siete días, pero entrar en el recinto ferial cuesta dinero,,– la pela es la pela, que decimos en Madrid – los mozos y mozas en edad casadera intentan entrar gratis y arman la marimorena, el alcalde ni corto ni perezoso llama a la policía nacional, estos como es su costumbre se lían a mamporros con todo lo que encuentran delante, delante está Emilio Fernández Castro de 36 años, con una válvula implantada en su corazón, y se produce el desastre, otro asesinato más que añadir a la larga lista de la “modélica transición española” digna de figurar en los anales de la historia escrita del mundo mundial.
Algunos concejales de ese ayuntamiento, – rivales políticos del alcalde — protestan y le acusan de ser el responsable de la muerte de Emilio, dicen que las fiestas podían haber sido más cortas pero gratis, este (el alcalde) manda detener a cinco opositores todos ellos de la Asamblea Nacional Popular Gallega, 24 horas después y los pone en las manos del juez de guardia, – el juez los pone en libertad – pero el disgusto no se lo quita nadie, y el delito queda impune como en tantos casos. La madre de un detenido se queja a la prensa porque su hijo no estaba en las fiestas, porque estaba cuidando a su padre enfermo en un hospital, no importa, es tan culpable como los demás. Este país no tiene remedio, este país de charanga y pandereta da risa si no fuera porque estamos hablando de la muerte de jóvenes que ya no están con nosotros, resistes y sobrevives por pura suerte, cada manifestación tenía su muerto, y al día siguiente en la manifestación de protesta había otro y así hasta el hartazgo.
Para terminar hago mías las palabras de Pau Gomis – trotskista de pura cepa –, en su blog “¿Dónde coño habéis puesto los muertos?”, donde escribe historias parecidas a las mías en las que dice cosas como:
“(…) historias de un pasado reciente, del que quedan muchos protagonistas que no se subieron al tren del pelotazo y del amiguismo. Un pasado que, a veces, nos hemos empeñado en olvidar, sobretodo cuando vemos a miembros de nuestra generación subidos en el carro de los “triunfadores”. Ni tan siquiera nos pudimos dedicar a ganar dinero, pues teníamos la conciencia izquierdista que no nos lo permitía. Si escribo sobre esto no es con ánimo de revancha. Más bien es por pura necesidad, para olvidar el miedo que pasé cada vez que fui detenido. La posibilidad de ser un muerto más en la siguiente manifestación, o a ser una victima de las amenazas proferidas por la triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), siempre pendía sobre nuestras cabezas”.
V. Antonio López
Emilio Fernández Castro
El País -16 de agosto de 1979
Algunos concejales de ese ayuntamiento, – rivales políticos del alcalde — protestan y le acusan de ser el responsable de la muerte de Emilio, dicen que las fiestas podían haber sido más cortas pero gratis, este (el alcalde) manda detener a cinco opositores todos ellos de la Asamblea Nacional Popular Gallega, 24 horas después y los pone en las manos del juez de guardia, – el juez los pone en libertad – pero el disgusto no se lo quita nadie, y el delito queda impune como en tantos casos. La madre de un detenido se queja a la prensa porque su hijo no estaba en las fiestas, porque estaba cuidando a su padre enfermo en un hospital, no importa, es tan culpable como los demás. Este país no tiene remedio, este país de charanga y pandereta da risa si no fuera porque estamos hablando de la muerte de jóvenes que ya no están con nosotros, resistes y sobrevives por pura suerte, cada manifestación tenía su muerto, y al día siguiente en la manifestación de protesta había otro y así hasta el hartazgo.
Para terminar hago mías las palabras de Pau Gomis – trotskista de pura cepa –, en su blog “¿Dónde coño habéis puesto los muertos?”, donde escribe historias parecidas a las mías en las que dice cosas como:
“(…) historias de un pasado reciente, del que quedan muchos protagonistas que no se subieron al tren del pelotazo y del amiguismo. Un pasado que, a veces, nos hemos empeñado en olvidar, sobretodo cuando vemos a miembros de nuestra generación subidos en el carro de los “triunfadores”. Ni tan siquiera nos pudimos dedicar a ganar dinero, pues teníamos la conciencia izquierdista que no nos lo permitía. Si escribo sobre esto no es con ánimo de revancha. Más bien es por pura necesidad, para olvidar el miedo que pasé cada vez que fui detenido. La posibilidad de ser un muerto más en la siguiente manifestación, o a ser una victima de las amenazas proferidas por la triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), siempre pendía sobre nuestras cabezas”.
V. Antonio López
Emilio Fernández Castro
El País -16 de agosto de 1979
Los sucesos de Monforte de Lemos (Lugo) han tenido un trágico desenlace con el fallecimiento de Emilio Fernández Castro, soltero, de 36 años, que falleció el domingo en el Hospital General de Galicia, en Santiago, después de resultar herido, al parecer, durante los enfrentamientos registrados en la madrugada del día 15 entre algunas docenas de jóvenes que asistían a una verbena de las fiestas patronales y la Policía Nacional. Varias personas resultaron heridas y diez policías contusionados en el transcurso de los hechos.
Acerca de las causas inmediatas de su muerte existen versiones diferentes que coinciden en el único punto de que Emilio Fernández estuvo presente en el lugar de los incidentes. Según algunos testigos que ha podido consultar EL PAÍS en Monforte, fue golpeado por policías nacionales, a pesar de que no había tenido intervención significada en los enfrentamientos. Esta versión fue ratificada también por la madre de la víctima, quien aseguró que su cuerpo presentaba fuertes hematomas en la espalda y brazos y señales de algunos golpes en la cabeza. Por el contrario, el alcalde monfortino, Celestino Torres, informó también a este periódico que hay testigos de solvencia que afirman haber visto a Emilio dirigirse tranquilamente a su domicilio, después de que sucediera todo, sin señales aparentes de haber sufrido daño alguno, y que el mismo manifestó no haber recibido golpes. Según esta hipótesis, que defienden sobre todo medios cercanos a la UCD de la localidad, podría haber fallecido víctima de un ataque cardiaco, derivado tal vez de la Válvula artificial que asistía a su corazón, el cual habría ocasionado la ruptura de un vaso sanguíneo en la cabeza. Esta opinión aparece igualmente sustentada por el neurocirujano que atendió al herido en los primeros momentos, el doctor Reyes Oliveros, según informó a EL PAÍS el alcalde de Monforte.
Mientras tanto, en la citada localidad lucense ha subido la tensión derivada de los sucesos del día 14. Un concejal del Bloque Nacional Popular Galego, el conocido escritor galleguista Manuel María Fernández Teixeiro, está siendo objeto de constantes amenazas anónimas, que le anuncian posibles atentados contra la librería Xistral, de la que es propietario en la localidad, contra él o su familia. Algunos sectores de la villa llegaron a pensar, según el director de la emisora local, Radio Monforte, en la recogida de firmas exigiendo la expulsión de Manuel María de Monforte de Lemos.
Por otra parte, familiares de los detenidos, a raíz de los sucesos, y los concejales Manuel María Fernández (BNPG) y Antonio Arias (Unidade Galega), visitaron el Gobierno Civil de Lugo para informar directamente de los hechos, protestar contra la actuación de la fuerza pública, de la que hacen responsable al alcalde, y solicitar permiso oficial para que pueda celebrarse una manifestación de repulsa. Paralelamente, cuatro concejales y algunos vecinos han pedido la celebración de un pleno extraordinario para que se inicie un proceso de clarificación de los hechos y conducta para el correspondiente establecimiento de responsabilidades.
Por el momento, el Bloque ratifica su petición de que dimitan el alcalde y los dos primeros tenientes de alcalde, Acacio Saco (CD) y Rogelio Salgado (UCD).
Los
nacionalistas critican también a los cinco concejales del PSOE,
acusándolos de mantener posiciones poco claras ante sucesos tan
graves.
Detenidos
en libertad
El
juez que instruye el correspondiente sumario puso ayer en libertad
bajo fianza a los cinco detenidos que permanecían desde hace tres
días en los depósitos municipales del pueblo. Las fuerzas de la
oposición presentes en el Ayuntamiento mostraron ya su sorpresa ante
las cantidades fijadas por el juez, y se da el caso de que las de
mayor cuantía, 100.000 pesetas para cada uno de dos procesados,
corresponden a miembros de la Asamblea Nacional Popular Gallega.
Existe además orden de detención contra otros dos militantes de
esta agrupación política, que ha denunciado los sucesos como un
acto de represión antidemocrática.
La
madre de uno de los cinco detenidos aseguró, en una conferencia de
prensa celebrada ayer, que su hijo no participó en la verbena en la
que se produjeron los incidentes.
“Mi
hijo, estaba cuidando a su padre, que se encuentra enfermo, sin
embargo, fue detenido veinticuatro horas después de la muerte de
Emilio , sin que sepamos de qué se le acusa”.
En
la citada conferencia de prensa, el concejal del Bloque, señor
Fernández Teixeiro, manifestó que;
“(…)
es lógico
que el alcalde de Monforte trate de eludir la responsabilidad, pero
tenemos testigos que prueban que fue él quien ordenó a la policía
que desalojase. Nosotros pedimos que en vez de siete días de fiesta,
hubiera sólo cuatro, pero que fuesen gratuitas”.
El
origen de los incidentes estuvo precisamente en la negativa de un
sector del público a pagar la cantidad exigida para acceder al
recinto ferial.
EL CONTESTO HISTÓRICO DE LOS HECHOS, LA TRANSICIÓN Y LA REPRESIÓN POLÍTICA
En
la fase crucial de la crisis del franquismo (1969-1975), y aun
después de aprobada la Constitución, se mantiene la dualidad
represiva implícita en toda la trayectoria del régimen, hasta el
punto de que la legislación que se promulga carece de directrices
mínimamente coherentes. Las normas jurídicas parecen atropellarse
unas a otras en una combinación abigarrada de represión, que, por
una parte, pretende ser selectiva y alcanzar únicamente a los
flancos que bordean la legalidad; pero, por otra, en un momento de
crisis, nadie era capaz de trazar esos flancos (1) y todos —o la
mayoría— pretendían cambiar esa legalidad, de forma que resultaba
imposible constreñir la represión a unos círculos determinados,
evitando su desbordamiento. Además, si se pretendía —como parece—
encauzar y dirigir la reforma política, evitando el protagonismo de
la población (2), era imposible no sustraerse a la tentación de una
represión masiva e indiscriminada.
Por
todo ello, la transición se caracterizará por una vuelta a la
legislación de posguerra, a una represión dura e indiscriminada que
renace las leyes penales especiales —pretendidamente selectivas—,
sin abandonar por ello los estados de excepción. “Unas
reformas —escribió
Fraga—
reales, auténticas, efectivas; pero también graduales, prudentes y
con
mecanismos de seguridad”
(3).
Se crea así ese híbrido entre la normalidad —ley penal selectiva—
y la excepción —suspensión de garantías—, que ha tenido la
fuerza suficiente como para filtrarse entre el articulado
constitucional (art. 55.2). Otra dualidad contradictoria es la que se
engendra entre el fuero de guerra y los tribunales civiles. Los
primeros no abandonan sus atribuciones a las primeras de cambio; no
faltan disposiciones, como la Ley de Movilización Nacional, que
retroceden hasta el estado de guerra, en el más puro ambiente de los
años cuarenta, pero combinándolo al mismo tiempo con recursos
jurídicos muy selectivos (4) que, no obstante, siempre pierden sus
matices técnicos para degenerar en prácticas policiales
indiscriminadas y abusivas.
(1) «Las
distinciones son aquí, como en otras cosas, borrosas: la oposición
prohibida por la ley, pero tolerada en la práctica, ¿es legal o
ilegal?» (Luis GARCÍA SAN MIGUEL: Teoría
de la transición. Un análisis del modelo español (1973-1978),
Editora
Nacional, Madrid, 1981, pág. 49).
(2) «Pocas
veces el destino de un país ha dependido de un modo tan claro de la
capacidad, imaginación, trabajo y desinterés de un grupo social,
los políticos, que a los efectos básicos no creo que rebasen las
5.000 personas. Si logran ponerse de acuerdo para crear un campo de
juego razonable, que evite los extremismos; si están dispuestos a
jugar ese juego de modo progresivo en los años próximos, en vez de
ir ahora a un hartazgo general, y si consiguen presentar al resto del
país un número limitado y claro de opciones alternativas, el país
futuro será un país habitable» (M. FRAGA IRIBARNE: España
en la encrucijada, Adra,
Madrid, 1976, pág. 88).
(3) M.
FRAGA IRIBARNE: óp.
cit., pág.
30.
(4) Cfr.
SERGIO VILAR: La
naturaleza del franquismo, Península,
Barcelona, 1977, pág. 156; también, JUAN DE MIGUEL ZARAGOZA:
«Elementos para la definición internacional del terrorismo», en
Boletín
de Información del Ministerio de Justicia, núm.
1.152, 1978, págs. 4-5.
La
escalada represiva es fácilmente constatable en las propias cifras
policiales, que dan los siguientes volúmenes anuales de detenidos
(5):
AÑO
|
RECLUSOS
|
1973
|
57.306
|
1982
|
129.598
|
El
incremento es, pues, del orden del 226 por 100 en nueve años. Una
progresión de esa naturaleza no es explicable solamente por la
crisis económica y el subsiguiente aumento de la delincuencia común.
Responde principalmente a una acción represiva desproporcionada.
Los
datos concuerdan con el fuerte incremento de la población
penitenciaria, que comienza a alcanzar cifras que sólo se conocían
en la posguerra (6):
AÑO
|
RECLUSOS
|
1975
|
8.440
|
1982
|
21.942
|
Porcentualmente,
el aumento es del 260 por 100, que tampoco cabe explicar por la
multiplicación de la delincuencia únicamente, ya que la mayor parte
de ellos eran presos preventivos. Lo mismo se puede decir si se
examina el problema desde el prisma del número de personas
ingresadas en prisión, que crece un 169 por 100 en sólo siete años
(7):
AÑO
|
RECLUSOS
|
1974
|
37.738
|
1976
|
35.478
|
1981
|
59.817
|
Todos
estos datos prueban, con claridad manifiesta, que la transición
política tuvo un fortísimo coste represivo. A fin de mantener la
iniciativa y contrarrestar las exigencias populares, la burguesía no
vaciló a la hora de emplear a la policía para imponer su reforma.
Es
importante consignar, al respecto, el volumen de muertos por
intervención de los diversos aparatos represivos, que agruparemos
por trienios (8):
(5) A.
SERRANO GÓMEZ: «Evolución social, criminalidad y cambio político
en España», en Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1983,
págs. 282-283.
(6) Ibídem,
pág. 297.
(7) Ibídem.
(8) Elaboración
propia en base a informaciones periodísticas.
TRIEÑOS
|
MUERTES
|
1970 -1973
|
11
|
1974 -1976
|
72
|
1977 -1979
|
107
|
1980 -1982
|
137
|
1983 -1985
|
122
|
TOTAL
|
459
|
En
total, 459 personas han visto la muerte por intervención de los
cuerpos represivos, generalmente a causa del empleo de armas de
fuego. A la cifra habría que sumar los muertos en las prisiones, que
ascienden a una cantidad no despreciable. Todo esto acompañado de la
acción parapolicial de los grupos ultraderechistas, cuyo saldo
mortal es el siguiente:
PERIODOS
|
ASESIMATOS
|
1976-1980
|
58
|
1981-1985
|
37
|
TOTAL
|
95
|
La
mayor parte de estas muertes quedaron impunes; no pocas eran también
resultado de actividades de la propia policía, actuando
clandestinamente en funciones de «guerra sucia». Por ello no se
investigaron nunca determinados asesinatos. Las que provocó la
policía se
despacharon
con escuetas notas de prensa, generalmente alusivas a que el
fallecido tenía antecedentes o que huyó tras dársele el alto. Pero
más de 500 víctimas mortales de la represión dan para pensar que
la policía disponía de un respaldo total para actuar, incluso
empleando armas de fuego. La comparación con la época de Franco,
por otra parte, deja constancia de que las cifras de muertes son
mucho más numerosas en la nueva etapa constitucional, poniendo al
descubierto la falacia de una «transición pacífica» que ha tenido
tal coste sangriento.
Además,
las declaraciones de altos responsables de la segundad del Estado han
aplaudido abiertamente el empleo sistemático de la violencia,
incluso aunque se produzca al margen de los cauces legales. En
octubre de 1983, la prensa se hacía eco de que en medios militares
se apoyaba cualquier
método
de acción policial frente a la escalada violenta de las
organizaciones y grupos armados (9). Un mes más tarde, el director
general de la Guardia Civil, Sáenz de Santa María, manifestaba a la
prensa que «a los terroristas hay que detenerlos o eliminarlos»
(10).
(9) El
País, 21
de octubre de 1983.
(10) Ibídem,
17 de noviembre de 1983.
En
agosto del año siguiente, este mismo militar defendía el empleo de
«todas las medidas» que estén al alcance de la policía, «y
algunas que incluso no lo estén», con tal de conseguir sus
objetivos, añadiendo que «existen medidas que no se pueden decir, y
que caso de que trascendieran públicamente habría que negarlas»
(11). Del alcance de este tipo de concepciones da idea el siguiente
despacho de la agencia Reuter:
“La
Administración de Ronald Reagan está estudiando la opción
política de
asesinar
(sic)
a
los presuntos líderes de movimientos terroristas, según informó
ayer la cadena NBC de la televisión norteamericana.
La
Casa Blanca se negó a comentar estas informaciones” (12).
Desde
finales de los años sesenta, el régimen vivió en una continua
tensión entre dos tendencias de su propio seno, generalmente
polarizadas en torno al asociacionismo político: los aperturistas y
los inmovilistas. Los primeros surgieron al calor del gigantesco
proceso de acumulación capitalista desatado en la década de los
sesenta en torno a los planes de desarrollo. Expresión de su
protagonismo fue la Ley Orgánica del Estado de 1967. Frente a ellos,
los inmovilistas trataron de plegar filas en torno a una serie de
principios
manifiestamente
en crisis a causa del progresivo aislamiento del régimen. Los
primeros eran más fuertes que estos últimos, pero no pudieron
superar la grave crisis del régimen y tuvieron que acudir en auxilio
de la oposición. La clase obrera desbordaba cotidianamente todos los
cauces legales y reducía peligrosamente los márgenes de beneficio
para la burguesía. Sin embargo, no solamente la legalidad y las
instituciones franquistas estaban aisladas y desacreditadas: tampoco
la represión tenía efecto alguno. Entre 1967 y 1971, el estado de
excepción se convierte en algo permanente y cotidiano.
Pero
cada vez que se promulga suscita una reacción intensa entre la
población antifranquista. Demuestra, por otro lado, la bancarrota
del sistema: es una prueba de debilidad y de descontrol que reaparece
periódicamente.
(11) Ibídem,
25 de agosto de 1984. Esta política ha tenido materializaciones
delictivas concretas: en febrero de 1990 se archivaban unas
diligencias incoadas contra un comisario de policía que había
dirigido un secuestro en Francia en el que resultaron detenidos
varios policías, pese a que había confesado públicamente su
responsabilidad en el caso.
(12) Ibídem,
13 de julio de 1985. La coordinación internacional al respecto es
evidente. Para el caso británico, véase PEIO AIERBE: La
lucha armada en Europa, San
Sebastián, 1989, pág. 106.
En
octubre de 1989, el Departamento de Justicia estadounidense autorizó
al FBI a secuestrar «delincuentes» en el extranjero y llevarlos a
Estados Unidos (El
País, 15
de octubre de 1989), al tiempo que la CÍA pedía «luz verde para
derrocar dictadores» (El
País de
18 de octubre). Al respecto, cfr. C. M. DÍAZ BARRADO: «La
pretensión de justificar el uso de la fuerza con base en
'consideraciones humanitarias'. Análisis de la práctica
internacional contemporánea», en Revista
Española de Derecho Internacional,
núm. 1, 1988, págs. 41 y sigs.
El
primer aviso grave se produce en 1969, verdadero punto de arranque de
la crisis del régimen, que desata una fuerte represión para
consolidarse.
No
obstante, el movimiento de masas es cada vez más fuerte, y pese a su
desorientación, es capaz de sobreponerse y desafiar a las fuerzas
represivas, como lo demuestran las luchas masivas contra el juicio de
Burgos, en diciembre de 1970. Durante este año se produjeron 1.547
huelgas: «Muchos conflictos degeneraron en graves enfrentamientos
entre la policía y los huelguistas. Ocho trabajadores resultaron
muertos en ellos entre 1970 y 1973: tres en Granada, en julio de
1970; uno en Madrid, en septiembre de 1971, en una huelga de la
construcción; otro más en Barcelona, en noviembre, cuando la
policía intentó desalojar las plantas de la factoría SEAT,
ocupadas por unos 7.000 obreros en huelga; dos más en El Ferrol, la
ciudad natal de Franco, en marzo de octubre de 1989), al tiempo que
la CÍA pedía «luz verde para derrocar dictadores» (El
País de
18 de octubre). Al respecto, cfr. C. M. DÍAZ BARRADO: «La
pretensión de justificar el uso de la fuerza con base en
'consideraciones humanitarias'. Análisis de la práctica
internacional contemporánea», en Revista
Española de Derecho Internacional,
núm. 1, 1988, págs. 41 y sigs.
1972, y
otro, finalmente, al año siguiente, en una huelga en una central
nuclear en construcción cerca de Barcelona (San Adrián del Besos)»
(13).
Es
una crisis que abre nuevos cauces al movimiento de masas y da lugar a
nuevas respuestas legales, materializadas por las reformas de 1971,
cuyo propósito es evitar tener que recurrir continuamente a los
estados de excepción. Es por ello que, a pesar de la grave crisis,
entre 1971 y 1975 no se promulgó ningún estado de excepción.
«Cinco de los seis estados de excepción decretados durante los
últimos años —afirma un informe de la época— lo fueron entre
1967 y 1971. Tal frecuencia en la utilización de un recurso tan
impopular preocupó al Gobierno y le llevó a buscar nuevas fórmulas,
menos espectaculares, pero igualmente eficaces. Así se procedió a
introducir mediante
equivalentes
dentro de la jurisdicción ordinaria, especialmente
a través de la Ley de Orden Público, modificada en 1971. Con ello
quedaba institucionalizada una situación permanente de estado de
excepción, que, por otra parte, ha sido la que de hecho ha
prevalecido en Euskadi durante los últimos treinta y nueve años»
(14). De ahí la importancia de la reforma de julio de 1971, por la
cual, como escribe Fernández Segado, la Ley de Orden Público
«adquirió en algunos de sus puntos una fisonomía muy distinta de
la que hasta entonces tenía», resultando finalmente «el texto más
polémico y el que mayores críticas suscitó de todos los
promulgados por el régimen nacido en 1936» (15).
(13) JUAN
PABLO FUSI: Franco:
autoritarismo y poder personal, El
País, Madrid, 1985, págs. 195-196.
(14) Euskadi:
el último estado de excepción de Franco, Ruedo
Ibérico, París, 1975, pág. 8; LUIGI BRUÑÍ: ETA:
historia política de una lucha armada, Txalaparta,
Bilbao, 1987, pág. 227.
(15) F.
FERNXNDEZ SEGADO: El
estado de excepción en el Derecho constitucional español, EDERSA,
Madrid, 1977, pág. 346
Las
modificaciones actuaron en dos aspectos básicos: primero, el
procedimiento penal especial, aplicable, bajo el estado de excepción,
por el Tribunal de Orden Público, y segundo, se desarrollan, sobre
todo, los mecanismos preventivos e intimidatorios: «Se trata, en
realidad —concluye Fernández Segado—, de evitar tener que
recurrir a situaciones excepcionales, que siempre van en desprestigio
del Gobierno que a ellas acude. De ahí, según nuestro punto de
vista, que se refuercen las facultades de la autoridad gubernativa en
situaciones de normalidad, lo que es en extremo criticable, pues va
en contra de los derechos y libertades fundamentales de la persona»
(16).
La
reforma de la Ley de Orden Público consistió, sobre todo, en la
potenciación de las facultades sancionadoras de la Administración:
se multiplicaron las cuantías de las multas, tolerando la llamada
«responsabilidad personal subsidiaria» por impago de multas y
eliminando, como sancionó la jurisprudencia, los trámites de la Ley
de Procedimiento Administrativo, incluso el de audiencia del
interesado, así como el pliego de cargos (17); se exigió el
depósito previo para recurrir, etc. Las multas sustituyen al estado
de excepción; tienen la ventaja de ser automáticas y de eludir la
intervención judicial para obtener el mismo resultado: encarcelar al
militante, al activista, al agitador por mera decisión gubernativa.
La reclusión se convertía en un puro internamiento administrativo.
La
facultad sancionadora de la Administración juega en la represión
franquista un claro papel de amortiguamiento: el número de presos
condenados por delitos políticos desciende, mientras el de recluidos
por «infracciones administrativas» aumenta. Se trata, por tanto, de
un reclutamiento penitenciario que se mueve a contracorriente de los
demás: crece cuando los demás descienden y desciende cuando los
demás aumentan.
En
noviembre de 1971 se retocaron, además, el Código Penal y el de
Justicia Militar en materia de terrorismo, que suponen un retorno a
la etapa anterior, a la etapa de posguerra, es decir, a una represión
caracterizada por el empleo de leyes penales especiales. Esto, unido
a las multas administrativas, es lo que permite arrinconar
temporalmente a los estados de excepción en el período crucial de
1971 a 1975. Esta reforma crea las figuras que el Tribunal Supremo
calificó de «terrorismo menor» (18), y que, si se examinan
despacio, revelan que «terrorismo» era ya cualquier cosa, por
cuanto se refería “(…)
a los que, actuando en grupo y con el fin de atentar contra la paz
pública, alteren el orden, causando lesiones o vejación en las
personas, produciendo desperfectos en las propiedades, obstaculizando
las vías públicas u ocupando edificios”.
.
(16) Ibídem,
pág. 349.
(17) L.
MARTÍN-RETORTILLO: Las
sanciones de orden público en el Derecho español, Madrid,
1973, págs. 199 y sigs.
(18) Cfr.
C. LAMARCA PÉREZ: Tratamiento
jurídico del terrorismo, Ministerio
de Justicia, Madrid, 1985, págs. 149. Se refiere la autora a la
sentencia del Tribunal Supremo de 30 de enero de 1975, que se expresa
en tales términos.
Las
reformas de 1971, por tanto, trataron de evitar las continuas
declaraciones de estados de excepción. Pretendieron transformar al
estado de excepción en un recurso verdaderamente excepcional.
Salvaron, en efecto, la situación durante un breve período, para
finalmente claudicar, en 1975, ante nuevas exigencias del movimiento
de masas, que seguía creciendo y radicalizándose, aun a pesar de la
durísima represión.
En
abril de 1975 se promulga el último estado de excepción. Con tal
motivo, el entonces gobernador civil de Guipúzcoa, una de las
provincias afectadas,
Rodríguez
Román, que luego sería director general de Seguridad, manifestó a
la prensa que «el estado de excepción decidido por el Gobierno para
Guipúzcoa no es una respuesta a una alteración masiva
del
orden público, ya que ésta no existía en el momento de ser
decretado tal estado... El actual estado de excepción tiene por
objeto poner coto a los actos de terror y subversión por parte de un
mínimo de personas que
tratan de subvertir la pacífica vida ciudadana». Calificó el
estado de excepción como «un instrumento más ágil y eficaz en
manos de las Fuerzas de Orden Público y de las autoridades», y
acabó deseando que la vida guipuzcoana discurra por cauces de la
máxima normalidad, «como así viene sucediendo» (19). No podía
expresarse mayor incongruencia, demostrativa, por otra parte, no ya
del carácter preventivo de tan drástica medida, sino también de su
gratuidad frente a la población. Según Fusi, fueron detenidas 2.000
personas «en los días inmediatos. Grupos de incontrolados —añade—
sembraron el terror en la población civil. Familiares de supuestos
miembros de ETA, personas conocidas por su vasquismo, algún
sacerdote, abogados de
presos,
fueron amenazados y agredidos y sus propiedades atacadas (además, un
matrimonio resultó muerto el 14 de mayo en Guernica, cuando la
Guardia Civil abrió fuego al intentar detener a un activista de ETA,
que también murió, así como un sargento del cuerpo; luego, un
joven moriría en San Sebastián, en septiembre, en una
manifestación).
El
12 de mayo, la derecha organizó un tumultuoso acto de afirmación
patriótica en Bilbao» (20). Por su parte, Paul Preston ha escrito
que el estado de excepción «desencadenó una operación a gran
escala de terror policial contra las poblaciones de las dos
provincias. Se asaltaban los domicilios y los despachos de los
sospechosos. Las detenciones alcanzaron tales proporciones, que fue
preciso habilitar, por corto tiempo, la plaza de toros de Bilbao como
centro de detenciones. Torturas y palizas estaban a la orden del día.
Se utilizó como rehenes a las esposas y novias de los hombres
perseguidos, y se las sometió a vejaciones inhumanas. La
intimidación de la población se intensificó mediante la actuación
de los comandos terroristas de ultraderecha» (21).
(19) Pueblo,
29
de abril de 1975; en Euskadi:
el último estado de excepción, página
27, hay una cita parcial de esta entrevista con el entonces
gobernador civil de Guipúzcoa.
(20) J.
P. Fusi: o.
cit., pág.
231.
(21) PAUL
PRESTON: El
triunfo de la democracia en España (1969-1982), Plaza
y Janes, Barcelona, 1986, pág. 97.
Después
de este último estado de excepción aparece, acto seguido, la
primera Ley Antiterrorista, que, como decimos, también era un estado
de excepción.
La
transición política se caracterizará precisamente por ese híbrido
de suspensión de garantías y ley penal especial, finalmente
consagrado en el artículo 55.2 de la Constitución vigente.
Sin
embargo, el cuadro legislativo de represión política quedaría muy
incompleto si no tuviéramos en cuenta una disposición específica
dirigida contra la clase obrera, que venía a significar el estado de
guerra en el interior mismo de los centros de trabajo.
Juan
Manuel Olarieta Alberdi (22)
Revista
de Estudios Políticos (Nueva
Época)
Núm.
70. Octubre-Diciembre 1990
(22) Nació
en Bilbao en 1955. Estudió Derecho y Ciencias Económicas,
licenciándose en 1979 e incorporándose al ejercicio activo de la
abogacía en el mismo año; ejerce su profesión desde entonces de
forma ininterrumpida. En 1992 obtuvo el Premio de la revista del
Colegio de Abogados de Madrid por un artículo científico sobre
conflictos jurisdiccionales. Ha publicado un libro y numerosos
artículos jurídicos, políticos y científicos.
EN
MEMORIA DE:
Tomás
Alba Irazusta, José Alcazo, Ángel Almazán Luna, Salomé Alonso
Varela, Manuel Álvarez Blanco, Francisco Javier Ansa, Vicente Antón
Ferrero, Liborio Arana Gómez, Miguel Arbelaiz, José Luis
Aristizábal, María Paz Armiño, Victoria Arranz, Miguel Arregui,
Ignacio Arregui, María Asensio Morales, Joaquín Atismasvere,
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Barroso, Luis Javier Benavides Orgaz, José Miguel Beñarán
(Argala), Jorge Benayas, Ana Teresa Berroeta Álvarez, María Bravo,
Jorge Caballero Sánchez, Ángel Calvo, José Luis Cano, Juana Caso
González, José Vicente Casabany, Luis Cobo Mier, Vicente Cuervo
Calvo, Miguel del Caño, Gladis del Estal, Teófilo del Valle Pérez,
Pancho Egea, José Escribano, Luis Elizondo, José España, Jesús
María Etxeveste Toledo,
Emilio
Fernández Castro,
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Carlos García, José
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Rafael
Gómez
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Gómez, Domingo Gutiérrez Delgado, Serafín Holgado de Antonio, Juan
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Rubio, Francisco Rodríguez Ledesma, Germán Rodríguez, Ángel
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Vadillo, Francisco
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